ACERTIJO GENÉTICO
- Antonella Caballero

- 19 nov
- 5 Min. de lectura
El Hospital Garrahan es el único laboratorio argentino reconocido a nivel internacional por su trabajo en biología molecular y diagnóstico genético. Este reconocimiento es un hito para la ciencia médica latinoamericana y para miles de pacientes con enfermedades poco frecuentes.
Tubos de ensayo, batas blancas, líquidos de varios colores, un lugar silencioso donde conviven las unidades de vida más pequeñas y solo se oye el ruido de las máquinas. La lapicera arde en espera de nuevos descubrimientos en un eslabón fundamental del Hospital Garrahan: el Laboratorio de biología molecular genética ubicado en la calle Combate de los Pozos de la localidad de Parque Patricios de la Ciudad de Buenos Aires.

El Garrahan está conformado por miles de profesionales, pero los especialistas en biología molecular genética son escasos. Allí, el grupo liderado por Pablo Gravina, jefe del Laboratorio de biología molecular genética, trabaja en constante evolución bajo la estricta política de controles de calidad que mantiene el hospital.
De acuerdo con el artículo "Controles de calidad externos en el diagnóstico molecular de enfermedades genéticas…”, el 2,6% de los laboratorios en América Latina participaron en programas de control de calidad de resultados. En 2022, el Hospital Garrahan fue el único representante argentino en un programa internacional. Pero, ¿Cuál es la tarea por la que el laboratorio fue reconocido y por qué son importantes los controles de calidad?
La biología molecular y la genética son dos disciplinas que se complementan para estudiar cómo las moléculas (como el ADN, ARN y proteínas) controlan los procesos de la vida. “Día a día a los pacientes se les toma una muestra de sangre periférica; en otra parte del laboratorio se extrae el ADN y nosotros lo recibimos purificado -explica Gravina- y junto con esas muestras recibimos otras muestras de ADN que son parte de los controles de calidad". El procedimiento para procesar las muestras es siempre el mismo, independientemente de dónde provengan, y se realiza bajo exhaustivos controles de calidad.
Imaginen que andan en bicicleta, cuando de repente una cubierta se desinfla, la otra se pincha, y entonces la bicicleta empieza a frenar. Luego, hay altas probabilidades de que procedan a sacar las cubiertas para determinar con qué se pudo haber topado. Si leen entre líneas, descubrirán que esto es similar a la biología molecular genética. La bicicleta es el organismo en funcionamiento, las cubiertas son las moléculas (conjunto de partículas más pequeñas que conservan propiedades de un elemento químico) que normalmente interactúan entre sí, y cuando comienzan a funcionar de manera poco común, se extraen para analizar.
El laboratorio participa desde 2014 en programas internacionales de control de calidad —el European Molecular Genetics Quality Network (EMQN) y el Cystic Fibrosis Network (CF Network)— que evalúan cómo se realizan los estudios genéticos. Allí, es puesto a prueba junto con más de 150 centros del mundo: recibe muestras incógnitas, las analiza sin conocer su origen y luego compara los resultados.
El informe publicado en Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana muestra que el equipo del Garrahan obtuvo en el último año un 98,8% de desempeño satisfactorio y apenas un 0,8% de resultados falsamente negativos. También mejoraron la claridad de los informes, la interpretación de resultados y la comunicación con los médicos, logrando que cada dato tenga sentido clínico y no quede atrapado en un lenguaje encriptado de laboratorio.
La Dra. María Eugenia Foncuberta, investigadora principal de un artículo sobre controles de calidad externos de enfermedades genéticas, incentiva desde su rol la participación en este tipo de programas de control y, bajo la experiencia de su participación, describe el proceso de la siguiente manera: “Lo que nos envían en los programas son tres muestras por patología, como una historia clínica simulada, y nos plantean pequeños escenarios clínicos diferentes: puede ser un diagnóstico, un escenario de un padre portador o de un paciente presintomático. A partir de ahí, se decide la técnica que se usará”.
Los errores que se detectan en estos programas internacionales no se esconden bajo la alfombra. Al contrario: se estudian, se discuten, se corrigen. Cada deducción de puntaje sirve para perfeccionar los métodos, actualizar protocolos y garantizar que el laboratorio siga siendo un referente nacional. El control de calidad no es un examen, es un entrenamiento constante. “Parece que fuera muy dramático, pero como son varios grupos de profesionales, a veces los criterios son diferentes, encuentran distintas observaciones de acuerdo a la patología. Es algo que sorprende; a veces tenés que adaptarte y es raro pensar que el modo de informar es muy distinto porque no todos compartimos la misma perspectiva”, explica la investigadora.
El misterioso caso de la genética
La genética se centra en los rasgos hereditarios, aquellos que se encuentran en la información del ADN, y en la manera en que los cambios en el código genético afectan al organismo. En ese sentido, se podría pensar en los genes como un misterio a resolver y a los investigadores como los detectives que toman un expediente (las muestras) y buscan pistas (genotipos, es decir, mutaciones en el ADN) con el objetivo de encontrar al culpable, que suele ser una enfermedad poco frecuente. Sobre los supuestos del crimen, al estilo Sherlock Holmes, trabaja el grupo de bioquímicos que integra este laboratorio del Garrahan.

Los análisis de variación en el ADN que realiza el laboratorio pueden cambiar por completo la vida de pacientes y familias. En el caso de las enfermedades poco frecuentes, un diagnóstico temprano puede depender de controles médicos anuales, pero lo decisivo son los resultados precisos: un falso negativo o una mala interpretación puede modificar el rumbo de cientos de vidas.
Las enfermedades genéticas son, en su mayoría, raras y difíciles de identificar; el 80% tiene origen hereditario y muchas se manifiestan en la infancia. Un diagnóstico certero permite evitar tratamientos inadecuados, orientar terapias específicas o, al menos, darle un nombre a lo desconocido.
En la actualidad, la fase post-analítica, vinculada con la interpretación, presenta entre un 10% y 20% de margen de error, según informan publicaciones científicas de revisión de la Fundación Bioquímica Argentina (FBA) y la Confederación Unificada Bioquímica de la República Argentina (CUBRA), por lo que es clave hablar de la importancia de la precisión de resultados en un campo que, en su anonimato (en el caso del programa), a menudo define un diagnóstico.
De acuerdo con la Cámara de Farmacias Bonaerense (CAFABO), el 6% de la población mundial está afectada por una enfermedad poco común de origen genético, y los especialistas en bioquímica no son ajenos a las cifras, tampoco a los pacientes. No son solo expedientes, sino historias que a veces les chocan de cerca: “Una experiencia que me marcó mucho fue cuando hicimos un diagnóstico de una atrofia muscular espinal a un chiquito que se sabía que, a partir de ese diagnóstico, se iba a morir. Un día la médica de cabecera me llamó para que le lleve el informe y, cuando llego, estaba la familia y me hizo decirles el resultado. Era prácticamente ponerme como la persona que te está diciendo que tu hijo se va a morir”, relata el jefe del laboratorio.

Mientras las sofisticadas máquinas trabajan y los nuevos informes esperan ser escritos, alguien aguarda el llamado que se hará por única vez en la vida. Aunque no es dulce, la evolución cualitativa es una victoria que otorga la posibilidad de ubicarse en el mapa académico mundial. Representa el pasaje de la incertidumbre a la certeza genética, y la ciencia se vuelve la pista decisiva para resolver el acertijo genético.

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