ANSIEDAD Y AUTOEXIGENCIA EN JÓVENES UNIVERSITARIOS
- Ludmila Azul Vallejos

- 25 nov
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 dic
Más del 35% de los universitarios latinoamericanos presenta ansiedad o depresión, pero menos del 20% busca ayuda, según la Organización Mundial de la Salud.
El aula universitaria, que alguna vez fue sinónimo de curiosidad y descubrimiento, hoy también es un territorio de ansiedad, presión y autoexigencia. En los últimos años, distintos estudios revelan un aumento sostenido de casos de estrés, depresión y agotamiento emocional. Lo que antes parecía una excepción, ahora se convirtió en una constante: un modelo educativo que premia el rendimiento y penaliza la vulnerabilidad.

En Argentina, una investigación del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT – CONICET / Universidad Nacional de Mar del Plata) detectó en 2023 que más del 65% de los estudiantes presenta síntomas de estrés académico de moderado a severo, y un 32% signos de burnout. Este trastorno se caracteriza por una sensación persistente de agotamiento físico y mental, pérdida de motivación y desconexión emocional frente a las tareas cotidianas.
La doctora Lorena Barreiro, directora del estudio, lo resume con claridad:
“La cultura universitaria meritocrática, centrada en la idea de rendir más y fallar menos, alimenta un ciclo de insomnio, ansiedad y desmotivación que afecta tanto la salud mental como el rendimiento académico”.
El pensamiento como enemigo: cuando la mente juega en contra
Entre los rostros detrás de esos números está Camila Belén Arias, psicóloga, docente e investigadora del IPSIBAT-CONICET, quien lleva años estudiando cómo las emociones pueden jugar a favor o en contra del rendimiento. En su trabajo publicado en Psychologia. Avances de la Disciplina (2025), analizó a casi doscientos estudiantes universitarios y halló un patrón repetido: quienes utilizan estrategias mentales desadaptativas —rumiar, culparse, imaginar lo peor— tienden a sentir más ansiedad y rendir peor.

“Cuando una persona piensa que todo va a salir mal o se culpa en exceso, la ansiedad se dispara. Y cuando la ansiedad sube, baja la atención, la memoria y la motivación”, explica Arias desde Mar del Plata. Los pensamientos catastróficos, como “si desapruebo nunca me voy a recibir”, se vuelven parte del paisaje mental de miles de jóvenes que cargan con la exigencia de ser siempre su mejor versión.
Esa presión, que antes se disimulaba con frases como “así es la universidad”, hoy se visibiliza como un problema estructural. Según la investigadora, la pandemia marcó un antes y un después: “El aislamiento y la virtualidad rompieron redes de apoyo. Muchos estudiantes se sintieron solos, inseguros, sin guía. Y vivimos en una sociedad que mide el valor personal por el rendimiento. Esa idea de que tenés que poder con todo, sin fallar, genera mucha angustia”.
Perfeccionismo y agotamiento: la otra cara del éxito
A más de 6.000 kilómetros, en México, la psicóloga Mónica Reyna Martínez, de la Universidad Autónoma de Coahuila, estudia un fenómeno similar. Su investigación, en coautoría con la Dra. Alicia Hernández Montaño, reveló que la insatisfacción con la vida aumenta significativamente el riesgo de burnout y ansiedad. “Mientras más insatisfecho esté el estudiante, mayor es su agotamiento emocional. Quien no se siente feliz tiende a frustrarse y percibir los estudios como una carga”, comenta Reyna Martínez.
El perfeccionismo aparece como un enemigo silencioso. “Muchos creen que, si no se sacan diez, fracasaron. Y eso los lleva a una crisis emocional. Desde la terapia cognitivo-conductual tratamos de enseñarles que equivocarse no define su valor personal”, explica. Su universidad implementó un programa de acompañamiento psicológico gratuito en todas las facultades: una red de contención que busca prevenir en lugar de curar.

Ambas especialistas coinciden en que el origen del malestar no está solo en los exámenes, sino en la cultura del rendimiento. Una cultura que confunde éxito con bienestar y que, en nombre de la excelencia, empuja a los jóvenes a un límite invisible. “No se trata de estudiar menos —afirma Arias—, sino de estudiar mejor, con menos culpa y más cuidado”.
Aprender a cuidarse para poder seguir aprendiendo
Cada 10 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental y recuerda que el bienestar no es un lujo, sino un derecho. El miedo al estigma sigue siendo una barrera, todavía pesa la idea de que pedir ayuda es señal de debilidad. Sin embargo, en distintas universidades, comienzan a surgir programas de tutoría, talleres de manejo emocional y grupos de acompañamiento entre pares.
Son pequeños pasos, pero necesarios. “El conocimiento pierde su sentido cuando el aprendizaje se vuelve sufrimiento”, sostiene Reyna Martínez. Tal vez ahí radique la verdadera enseñanza: que cuidar la salud mental no es una pausa en el camino académico, sino la forma más honesta de seguir aprendiendo.





Que gran investigación! Eso me dijeron…