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ARTE-SANO

  • Lamas Micaela
  • 18 nov
  • 5 Min. de lectura

A través de talleres comunitarios y prácticas recreativas, el arte se consolida como una herramienta indispensable para la salud integral, y como un puente entre la salud mental y la inclusión social. Diversos estudios e investigaciones demuestran que la expresión artística libera, repara y fortalece, promoviendo el bienestar emocional colectivo.


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“El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura”, afirmaba Frida Khalo, quien pintaba autorretratos mientras estaba postrada en una cama debido a un accidente. Para ella, cada pincelada fue un modo de expresar aquello para lo que no alcanzaban las palabras, y cada obra terminada un respiro que la salvaba de la soledad. Detrás de las expresiones artísticas, se esconden la ciencia y la práctica terapéutica, las cuales después de mucho tiempo de investigación, comenzaron a reconocer lo que los artistas afirmaron siempre: que crear puede reparar, que el arte no solo libera a quienes se sienten aprisionados en sus mundos, sino que reconstruye aquello que estaba roto y desordenado.


Cuando una persona dice que “el arte lo salvó”, un científico puede decir que “el arte, en realidad, lo sanó”, y eso afirma la investigadora Abigail Quiroga demostrándolo con su estudio “Recreando Salud Mental Comunitaria”, en el que cuenta como los jóvenes sienten satisfacción y realización personal al participar de los talleres comunitarios; además de encontrar en ellos que la creatividad es una herramienta transformadora, liberadora y subjetivante.


"Es importante valorar la creatividad que ya tenemos, porque muchas veces estamos desprovistos de recursos, de espacios, y de articulaciones -revela la científica- pero en esa búsqueda de generar espacios de bienestar para la población, en garantizar sus derechos, en estrategias del abordaje de su salud de manera integral, generamos estrategias con mucha creatividad”.

La creación de los talleres, sobre los que se realizó el estudio, tuvo el objetivo de otorgar las herramientas necesarias para promover la salud mental comunitaria y prevenir los problemas mentales, mediante el arte, la expresión y el juego; así como también las capacidades creativas de la población que forma parte del sistema de salud, es decir, los profesionales y los pacientes, integrándolos en grupos para evitar la individualidad y exclusión que sienten por parte del mundo exterior.


En cuanto a la individualización, Quiroga afirma: “Hay un proceso de individualización en el que estamos atravesados también por el consumismo, que hace que estos espacios grupales sean cada vez más necesarios porque hay algo del lazo social que está muy frágil, casi roto, y generar estos espacios hace que esas lógicas individualistas se puedan como correr por un momento y pensar en construir con un otro”.


La función de los espacios grupales "es revincular a las personas con un sistema de salud que muchas veces las ha excluido”, afirma la doctora. Los talleres ofrecen nuevos significados sobre la salud al ser espacios abiertos y accesibles, donde los profesionales orientan sobre los caminos a seguir y acompañan a las personas a través de dinámicas grupales. Así, las experiencias recreativas y los procesos de aprendizaje e integración que se desarrollan colectivamente en el taller contribuyen a la transformación social, haciendo que quienes participan, y quienes se interesan en el concepto de salud integral comunitaria, aporten al cambio social en su conjunto.


En cuanto a la metodología utilizada en la investigación, la investigadora explica que se realiza un trabajo cualitativo de campo, dónde los profesionales de la salud se involucran con los jóvenes y niños en el entorno natural donde se llevan a cabo las actividades grupales de arte y juego, para comprender en profundidad sus experiencias, opiniones y comportamientos.

Se trata de un intercambio que promueve la salud mental desde una perspectiva integral, y desde la construcción de conocimiento por medio del cuerpo y la vivencia que -sostiene Quiroga- que es más enriquecedora que la ciencia tradicional.

El método de aprendizaje es la trasmisión horizontal de saberes, que los involucra en una propuesta lúdica donde vivencian y reflexionan sobre sus propias prácticas y experiencias respecto al abordaje de la salud mental comunitaria y la recreación.


Dicha recreación consta de tres momentos:

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Según Quiroga, después de la participación de los jóvenes en el espacio grupal, se pueden ver cambios en cuanto a su disposición anímica, sus habilidades comunicativas, su lazo social, pero particularmente en las habilidades comunicativas. Es decir, el arte no solo proporciona herramientas técnicas y teóricas de aprendizaje, sino que le otorga a las personas la posibilidad de volver a sentirse parte del mundo, de crear su propia identidad y de encontrar sentido en medio del caos; no solo es una forma de comunicación, sino un lenguaje de supervivencia y una manera concreta de sanación. A través de él, los chicos y chicas experimentan sensaciones de bienestar como la confianza en sí mismos y en lo que pueden producir, el orgullo en sus creaciones, la contención y la distensión de los "problemas" cotidianos. Así, el arte ayuda a la canalización de emociones, proporciona otra manera de pensar y sentir, y se convierte en una forma de terapia motivadora, dónde la identidad, el sentido de pertenencia y la cohesión social se hacen presente.


La importancia de la arteterapia no se sustenta sólo mediante experiencias personales, sino a través de datos oficiales y estadísticas que indican su importancia para la salud mental e integral; por ejemplo, reduce los síntomas de ansiedad, depresión y estrés en un 73%, especialmente entre los niños diagnosticados con trastorno del espectro autista (TEA), y el dolor y la fatiga en el 34% de los pacientes con cáncer.

El arte-terapia también beneficia a grupos marginados que enfrentan barreras para acceder a la atención de salud mental tradicional, al mejorar el bienestar psicológico y habilidades sociales y de comunicación en el 77%.


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las artes son beneficiosas para la salud mental y adecuadas para ayudar a comprender y comunicar conceptos y emociones, estimulando los sentidos y la capacidad de empatía. Diferentes estudios indican que escuchar música, bailar o ir a un museo brindan beneficios emocionales, además de generar impactos positivos en la autoestima, por lo que su presencia en el diseño de políticas públicas es fundamental.



Al respecto, Quiroga manifiesta estar de acuerdo con la creación de la Ley de Salud Mental; sin embargo, remarca que faltan políticas públicas, y que el reconocimiento en papel no indica que se lleven a cabo en el ejercicio real, ya que hay poca inversión en ella y actualmente se dan recortes al presupuesto de salud, como por ejemplo el vaciamiento del hospital Laura Bonaparte.


En la adversidad y la ausencia del Estado, los profesionales no se detienen. Los talleres de arte comunitario son parte de los procesos enriquecedores y son un espacio de libertad, dónde cada uno busca la salida a sus problemas mediante la recreación y la interacción con un otro, ya que la conexión con la práctica genera un sentido de pertenencia para quienes piensan que no encajan en ningún lugar. La representación del sufrimiento mediante el arte, y la aceptación a través del juego, son parte de sanar, exteriorizando los sentimientos que quedan ocultos por discursos hegemónicos que promueve el individualismo.



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