top of page

CAUTIVAS DEL SISTEMA

  • Foto del escritor: Florencia Antonella Melo
    Florencia Antonella Melo
  • 25 nov
  • 4 Min. de lectura

El odio en redes no se limita a las palabras: es la base de la violencia contra las mujeres.


ree

“Tres putas, tres chorras. Acá se festeja”, “ellas se los buscaron”, “jajajaja negras de mierda”, son algunos de los miles de comentarios de odio hacia el triple femicidio ocurrido recientemente en Florencio Varela. Brenda, Morena y Lara fueron sometidas a torturas y sus cuerpos descartados en una vivienda, luego de haber sido engañadas con la promesa de asistir a una fiesta a cambio de dinero.


El crimen fue calificado como femicidio agravado con alevosía, ensañamiento, y se incluye violencia de género, según la fiscalía. La autopsia reveló que Lara (15) sufrió la amputación de los cinco dedos de la mano izquierda, la pérdida de la oreja y una herida en el cuello que afectó la carótida; Brenda (20) presentó fractura de cráneo mortal, aplastamiento facial, heridas punzocortantes en el cuello y un corte transversal abdominal post-mortem; y Morena (20) recibió múltiples golpes en la cara y una luxación vertical.


Los discursos de odio son el cimiento de estos hechos consumados. Según los Investigadores Paola Zuban y Hugo Rabbia se basan en expresiones que denigran, amenazan o justifican la violencia hacia ellas y sus derechos, circulan especialmente en redes sociales y espacios virtuales, donde refuerzan estereotipos, prejuicios y roles de subordinación de género, lo que normaliza el hostigamiento y la violencia verbal.


Respecto al caso del triple femicidio, se juzga que las víctimas se hayan dedicado a la prostitución. La licenciada en Trabajo Social formada en la Universidad Nacional de la Matanza, Melina Sole, sostiene que “nadie elige que su cuerpo sea una mercancía” y que, para que una persona llegue a ese punto, interviene un entramado social más amplio que la empuja o condiciona hacia esa situación. “La prostitución nunca puede ser un trabajo, la prostitución implica vender un cuerpo y el cuerpo nunca puede ser una mercancía y menos el cuerpo de una mujer”, agrega.



ree

En el estudio Discursos de odio online hacia los feminismos en Argentina, se seleccionaron notas periodísticas publicadas en los sitios webs de cuatro medios de comunicación y se recolectaron 775 comentarios de odio tras el Encuentro Nacional de Mujeres de 2019, lo que sugiere que las reacciones negativas derivan rápidamente en expresiones de hostilidad, amenazas, manifestaciones de desagrado y formas abusivas de desacreditación, por parte del usuarios de género masculino, en general.





El insulto como acto de subordinación


Judith Butler, filósofa feminista estadounidense y académica de estudios de género, sostiene en Excitable Speech: A Politics of the Performative (1997) que las palabras no son neutrales, sino que pueden actuar sobre los cuerpos, infligir heridas y generar identidades subordinadas, y que el daño no reside únicamente en la palabra en sí, sino en el contexto social y ritual que la repite y le otorga poder.


Hay discursos que se imponen por encima de otros; hoy muchas creadoras de contenido trabajan en redes para deconstruir el machismo, repensar las masculinidades y cuestionar el lugar histórico de la mujer, y aunque tengan miles de seguidoras, sus mensajes no son los que logran mayor alcance.



“Tenemos un presidente que es misógino, que dice en sus discursos que las mujeres son todas putas y los gays son personas enfermas, no es casual que esto sea tan visible y se reproduzca tanto”, considera Sole. El objetivo es impulsar la circulación de estos mensajes de odio por encima de los que proponen interpretaciones más críticas y transformadoras


La dominación masculina como forma de violencia estructural


Pierre Bourdieu en La dominación masculina señala que las relaciones de poder entre hombres y mujeres se mantienen a través de una violencia simbólica sutil, casi imperceptible, que se manifiesta en el lenguaje, los cuerpos y las prácticas sociales, hasta llegar a percibirse como algo natural. Esta dinámica explica cómo la subordinación femenina se reproduce cotidianamente sin que muchas veces se advierta.


El concepto de femicidio se incorporó al Código Penal en 2012, comprende el asesinato de una mujer o una persona feminizada cometido por razones de género. Lejos de ser un crimen aislado o producto de “arrebatos”, el femicidio se inscribe en una estructura social marcada por la dominación masculina, un orden cultural donde los varones ocupan históricamente posiciones de poder y las mujeres son ubicadas en roles subordinados.


“Vivimos en una sociedad donde hay masculinos que tienen cierto poder sobre nosotras, y ese poder lo utilizan no solamente para subordinarnos permanentemente sino para ponernos en situaciones de trabajo sexual como en el caso de estas nenas”, plantea la profesional.


Cuando denunciar duele más que callar



En Cartas de una dama a su analista, la investigadora entrevistó a más de 50 mujeres abusadas o violentadas.


“Si yo voy, soy la loca, la desubicada, seguramente yo me lo busque, todo esto hace que una termine diciendo mejor no denunció”, revela Sole, que atribuye a los discursos de odio estas reacciones ante las denuncias.




“Nos deja permanentemente a las mujeres en un estado de vulnerabilidad total, porque o me abusa esta persona, o me abusa el sistema judicial o me abusa la sociedad, vaya a donde vaya voy a terminar siendo abusada”, concluye.

Fuentes:

Butler J. (2021). Excitable Speech: A Politics of the Performative. Nueva edicón. Routledge.


Comentarios


bottom of page