CELULARES EN OFFLINE: ¿AULAS ESCAPSULADAS EN EL TIEMPO?
- Oriana Lopez 
- 25 nov 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 26 nov 2024
En un intento de encapsular las aulas, en los colegios de Buenos Aires, Salta y Catamarca se prohibió el uso de celulares en horarios de clase. Pero en un mundo tan tecnológico: ¿es posible desconectar el wifi del aula?

Otto, un profesor de física cuántica, luego de años de largos intentos por fin logró su objetivo, construir una máquina del tiempo para conocer el futuro. Pero todo en el 2024 lo hace sentir confundido, nada es como en su querido 1956. En las calles hay un dispositivo alto y delgado con luces brillantes que controla y da un orden a los peatones. En las sendas peatonales, los transeúntes observan un dispositivo plano y delgado con una pantalla brillante que parece estar pegado a sus manos.
Se siente tan desorientado que en su intento de sentirse en casa entra a una escuela. Otra vez se siente en su hogar porque todo sigue igual. Hay un adulto delante de un pizarrón transmitiendo sus conocimientos a niños con guardapolvos blancos, sentados en pupitres. Otto se enteró que los gobiernos de Buenos Aires, Catamarca y Salta prohibieron el uso de celulares en horarios de clase, tanto para primaria como secundaria.

Sin embargo, después de ver este mundo digitalizado no puede evitar preguntarse: ¿Es posible mantener las escuelas fuera de línea? Para responder a esta incógnita, Otto se sienta en un café a charlar con tres especialistas en didáctica: Susana Ginnattasio, Elena Genova y Alejandro Artopoulos.
“En el aprendizaje no debería haber libertades sin restricciones, tampoco debería haber prohibiciones sin límites”, argumenta la especialista en Didáctica General de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Susana Giannattasio con una taza de té de frutos rojos en la mano. Según Giannattasio, la educación es contextual y en el contexto actual “ocho horas sin el celular es demasiado” aunque hay momentos en los que “debería estar apagado”, como cuando se trabaja en macro grupos.
¿Retroceso o avance?
En esta búsqueda de respuestas, la especialista Docencia Universitaria de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Elena Génova, le explica que la idea de prohibir no es algo nuevo. Cuando llegaron los biromes a las aulas, aunque facilitaban la escritura, quisieron prohibirlas ya que consideraban que podrían desconfigurar la caligrafía. Genova aclara que el hecho de prohibir “no es algo positivo” dado que el celular es parte de la vida y la “tecnología tiene que estar dentro del aula”.

El profesor se llama Otto en referencia al ingeniero y pedagogo argentino, Otto Krause, quien fundó la primera escuela de enseñanza técnica de la argentina, la cual sigue funcionando hoy en día.
Otto, mientras toma un jugo de naranja, no puede imaginarse cómo podría utilizarse las tecnologías en las aulas, ya que los directivos acusan que el celular trae desconcentración a lo que Génova, quien también es profesora de Historia en un colegio secundario, asegura que el celular es una excelente herramienta. Los chicos pueden acceder a libros que no se encuentran en la biblioteca de la escuela, pueden aprender mientras juegan, con aplicaciones como Kahoot, y les enseñan a utilizar la inteligencia artificial con una mirada crítica.
Unos de los argumentos para la prohibición es que los jóvenes no leen, por lo que Otto cree que la solución sería que los gobiernos inviertan en libros, al igual que se hizo en Suecia. No obstante, Giannattasio, explica que la solución no está en simplemente invertir en textos ya que estos, al igual que la computadora y el cuaderno, son solo “recursos didácticos”, por lo cual el foco debería en “enseñar y aprender”. Además, se debería instruir desde la diversidad.
Otras de las preocupaciones de los adultos son el uso excesivo que los jóvenes le dan al celular. Otto argumenta que tal vez la solución sea dejar los dispositivos en una cajita durante las horas de clases.

Sin embargo, el mozo mientras sirve la segunda ronda de bebidas no puede evitar intervenir y comenta que, una investigación de la Especialista en tecnologías aplicadas a la Educación, Merce Gisbert Cervera, asegura que los jóvenes pueden utilizarlo “durante 2 o 3 horas seguidas sin control parental” cuando salen de la escuela. Según la especialista, si no se les enseña a usarlos correctamente o a “gestionar bien la información”, la prohibición “se convierte en un peligro aún mayor que tenerlo en la mano todo el día”.
¿Cómo serán las aulas del futuro?

Otto se encontró con la inteligencia artificial y, aunque le pareció una herramienta que podría agilizar las tareas cotidianas, siente un cierto temor de que pueda reemplazar al humano y, en especial, la tarea de los profesores, debido a que leyó que el cofundador de Microsoft, Bill Gates, pronosticó que la docencia desaparecerá en 2025.
Sin embargo, Artopoulos aclara que este tipo de declaraciones son consideradas parte del “pensamiento mágico” puesto que “solo una persona que no entiende cómo funciona la educación podría decir eso”, como en su momento ocurrió con los cursos MOOCS que se creía que iban a reemplazar a las universidades.
Además, Giannattasio desmiente que esto pueda ocurrir porque la educación es un proceso “progresivo, social y vitalicio”. El hombre se educa desde que nace, desde lo social hasta lo familiar, tanto de manera sistemática como informal, por lo que “si la esta desaparece, también se terminará la humanidad”.

No obstante, Otto empieza a preguntarse si este tipo de declaraciones hacen visible la necesidad de un cambio en la educación. Artopoulos asegura que esta debe seguir “fiel a sus principios”, solamente debe “actualizar sus medios para cumplir sus objetivos”. Según el Doctor, “educar seres humanos es complejo y necesita instituciones complejas”, pero esto no se puede lograr si los gobiernos creen que “la educación pública corrompe a las personas”.
Con esta gama tan amplia de respuestas Otto no para de preguntarse cómo será la educación del futuro. Artopoulos pronostica que “va a ser más tecnológica” y, en medio de tanta robotización, se necesitará “humanos que hagan cosas más sofisticadas”, que solo se logrará apelando a la “creatividad humana” que es lo único que los distinguirá y así podrán mantener la “empleabilidad”.
En el ida y vuelta que Otto tanto disfruta, Ginnattasio agrega que la escuela como es un “emergente de la sociedad” tiene que “sostener su uso público” para que todos puedan acceder a ella, sin que haya espacios restringidos, pero para lograr esto se debe “cuidar este espacio cívico”.

Con una medialuna en la mano, Génova añade que, además de cuidar el espacio y repensar las materias, la escuela debe ser más “cómoda y amena” para lograr ser “un espacio de abrigo” y “contención” para que el estudiante disfrute de esas horas en el aula. No obstante, Artopoulos alerta que es importante que “haya tecnología en el aula”, tanto celulares como computadoras. “Desigualdad educativa se ve en aquellos chicos que tiene sus propios dispositivos y quienes nunca tocaron un teclado que son los que tienen mayor dificultad, lo cual se solucionaría con programas de provisión de computadoras, conectividad en las escuelas y capacitación docente”, esgrime.
Sin darse cuenta el tiempo pasó y el sol cae en aquella cafetería de la esquina. Con mucha pena, Otto se despide. Tiene que volver a su querido 1956 para seguir con la vida. De vuelta en el querido hogar, aunque todo luce exactamente igual a como lo dejó, Otto ya no es el mismo. No puede dejar de preguntarse cómo será la educación del futuro.

¿En algún momento se erradicará la prohibición? ¿Acaso dentro de unos años habrá un profesor humano y un profesor hecho con IA enseñando en conjunto? ¿Las materias cambiarán? ¿Encontrarán un punto intermedio entre lo analógico y lo tecnológico?
Otto no puede encontrar respuestas a estas incógnitas. Ahora, el próximo viaje será al 2035, porque tal vez a dónde va la educación no hay caminos, ya el humano mismo los creará.
Fuentes documentales:





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