CUANDO LAS PALABRAS NO SALEN
- Javier Walser
- 18 nov
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 25 nov
Cada bloqueo o repetición revela una historia silenciosa de coraje y deseo de comunicar. La disfluencia afecta alrededor del 5% de los niños en edad escolar, aunque también se extiende a la adolescencia, con casos que continúan toda la vida.

Hay momentos en los que las palabras parecen jugar a las escondidas. Están en la cabeza, claras, listas, pero cuando llega el instante de decirlas… se traban, se escapan o se quedan en silencio. Muchos niños y adolescentes lo viven a diario: saben lo que quieren comunicar, pero sienten que el cerebro corre más rápido que la boca. Esa descoordinación entre pensamiento y habla no solo frustra, también genera inseguridad y, muchas veces, silencio.
Detrás de esas pausas, repeticiones o bloqueos, no siempre hay un simple ‘nerviosismo’. En algunos casos hablamos de disfluencia en el habla, una dificultad que afecta la fluidez verbal y que puede tener un fuerte impacto en la vida escolar y social de quienes la atraviesan. ¿Qué pasa cuando hablar se convierte en un obstáculo? ¿Cómo influye en la autoestima, en la participación en clase y en el vínculo con otros jóvenes?
Según la licenciada en Fonoaudiología, Fabiana Stronati, “la tartamudez es como un iceberg: lo que vemos son esas rupturas en el habla, pero lo que está debajo tiene que ver con lo que uno piensa, lo que uno siente, los miedos de enfrentar determinadas situaciones, y eso depende de cada persona”.
La tartamudez o disfluencia aparece, por lo general, entre los dos y los cinco años. Si bien, en muchos casos, se supera con el crecimiento, puede continuar en la adolescencia o la adultez. A nivel mundial, afecta alrededor del 1% de la población adulta. En Argentina, los registros son escasos, pero los profesionales coinciden en que la falta de visibilidad sigue siendo uno de los principales obstáculos. La causa específica aún no se ha encontrado, pero estudios demuestran que tiene un componente hereditario (80%) y uno de origen neurobiológico (20%).
Detrás de las pausas, repeticiones o bloqueos, no hay solo nervios. Se trata de una dificultad en la fluidez verbal que puede tener impacto en la vida escolar, social y emocional. “La tartamudez es mucho más que tartamudear —agrega Stronati—, lo que escuchamos es solo una parte: debajo están los pensamientos, las emociones y la autoconciencia frente al hecho de trabarse. Eso es lo que la vuelve tan compleja”.
La disfluencia del habla es el nombre que recibe un conjunto de dificultades que afectan la fluidez al expresarse. Se produce cuando el ritmo del habla se interrumpe, ya sea por repeticiones, pausas o bloqueos involuntarios. Esas alteraciones que hay en el discurso se llaman disfluencias, que son los comportamientos primarios de la tartamudez.
Entre pensar y decir
Una de las características de la tartamudez es que es cíclica, va y viene, puede variar en el mismo día, con diferentes personas y en determinados momentos. Las emociones y los nervios condicionan a cualquier persona, pero en quienes tienen esta condición pueden hacer aparecer con más frecuencia ciertas rupturas en el habla.
A menudo, se confunde con timidez, pero su origen es más amplio porque influyen factores neurológicos, emocionales y del propio desarrollo del lenguaje. “Se trabaja desde todas las dimensiones que hacen a la tartamudez: la parte motora, la cognitiva, los pensamientos, las actitudes, los sentimientos, lo social y el lenguaje. Es un abordaje integral porque la tartamudez es multicausal”, plantea la profesional sobre el tratamiento.
Lo ideal es decir la palabra más allá de la traba. Si uno busca sinónimos de algo que cuesta decir, o de aquello donde se puede “fallar”, el desgaste cognitivo es mayor.
Algunas personas experimentan este fenómeno solo en momentos de presión o cansancio, mientras que otras lo enfrentan a diario, incluso en situaciones simples. En cualquier caso, la disfluencia no define la inteligencia ni la capacidad de comunicación de quien la presenta, aunque sí puede condicionar la confianza y la forma de relacionarse con los demás.

Durante la infancia es común que muchos niños atraviesen una etapa de tartamudez del desarrollo, producto de que su lenguaje aún está madurando. En la mayoría de los casos, esta fase se supera naturalmente. Sin embargo, puede persistir durante la adolescencia y la adultez, lo que disminuye la participación en clase y el vínculo con los compañeros.
En este sentido, la especialista aclara que los objetivos no los impone el terapeuta, sino el propio paciente. “Hay chicos que no pueden decir su nombre, dar el presente o levantar la mano en clase. Lo que buscamos es que puedan comunicarse con libertad, elegir qué quieren decir, cuándo y a quién. Que la tartamudez no sea una limitación para elegir su profesión ni su forma de expresarse”, esgrime.
Es un mito que el cerebro vaya más rápido que la boca. En realidad, cuando hablamos, primero se construye una idea, que luego se traduce en una planificación lingüística y motora.
Investigaciones de neuroimagen —como las realizadas por la Universidad de Michigan (2020) y el estudio de Chang y Zhu (2013) — muestran que, en las personas que tartamudean, las redes neuronales que coordinan esos procesos pueden funcionar con menor eficiencia.
Es distinto cuando se canta porque ya se sabe la letra, la melodía, es decir, va por otras vías neuronales. Así, se explica por qué no se traban en esos casos. La tartamudez aparece en el lenguaje conversacional, no asi cuando uno se habla a sí mismo.
Cuando levantar la mano cuesta más que responder
La escuela es uno de los espacios donde más se hace visible la disfluencia. Hablar en público, participar en clase o simplemente leer en voz alta puede generar miedo o ansiedad.
En muchos casos, el aula puede convertirse en un lugar de tensión constante. Antes de intervenir, algunos adolescentes ensayan mentalmente lo que van a decir, al temer quedarse en blanco o trabarse. Esa anticipación genera un círculo de ansiedad que refuerza la dificultad: cuanto más quieren evitar el bloqueo, más probable es que aparezca.
“Hay chicos que se traban mucho, pero eso no les impide participar. Todo depende del temperamento, que es biológico, y también de las vivencias y el entorno. Hay que mirar a la persona en su conjunto”, remarca la especialista.
Entre las estrategias terapéuticas, una de las más efectivas es el “role play”, donde se recrean situaciones reales de la vida escolar. “Practicamos cómo dar el presente o cómo responder en clase. También, los alentamos a presentarse diciendo: ‘Soy una persona que tartamudea’. Eso ayuda a desensibilizar, a perder el miedo y a empoderarse”, describe.

El objetivo no es eliminar la disfluencia por completo, sino restituir la confianza en la comunicación. Que el adolescente vuelva a sentir que tiene derecho a expresarse, aun cuando su voz no fluya de manera “perfecta”. “No se trata de corregir, sino de acompañar. De que puedan convivir con la disfluencia sin sentirse menos capaces”, agrega la profesional.
El rol del docente es clave. Saber esperar, no completar las frases y mirar con paciencia puede marcar una gran diferencia. “Cuando los profesores saben, son más amables. Se vuelven aliados en ese momento en que el estudiante necesita expresarse frente a todos”, señala.
Hablar sin vergüenza
El 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Tartamudez, una fecha que invita a mirar más allá de las palabras y reconocer el valor de quienes transforman cada silencio en coraje. Más que una efeméride, es una oportunidad para visibilizar una condición del neurodesarrollo que todavía carga con prejuicios y desconocimiento.
“No hay limitaciones en el campo académico o social. Hay personas que tartamudean y logran grandes cosas. El ex presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es un ejemplo de que se puede convivir con la tartamudez y alcanzar metas personales y profesionales”, afirma la fonoaudióloga.
Además, hay otros referentes contemporáneos que eligen mostrar su disfluencia en el habla: el cantante Ed Sheeran, el político Wado de Pedro, los futbolistas James Rodríguez y Rodrigo Rey, o Francisco Benítez, ganador de La Voz Argentina 2021. Todos ellos demuestran que la comunicación no se define por la fluidez, sino por el mensaje y la autenticidad.
“Yo siempre les digo a mis pacientes: o nos peleamos con la tartamudez o nos hacemos amigos. Lo mejor es hacerse amigo de ella para enfrentar las situaciones que se presentan. No me hace menos que otra persona”, concluye Stronati.
Fuentes Utilizadas
Agradecimiento a la Lic. en fonoaudiología Fabiana Andrea Stronati por haber brindado la entrevista para este artículo.
Investigación de Revista PubMed (estudio de Chang y Zhu)
Articulo de BBC (Investigación de Universidad de Michigan)

















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