DESDE EL CORAZÓN DEL CONURBANO PARA EL MUNDO
- Lourdes Neri
- 5 nov 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 26 nov 2024
A la vuelta de tu casa, una joven científica trabaja cada día para mejorar el mundo desde su laboratorio. La licenciada en biotecnología Magalí Di Meglio, madre de una niña pequeña, equilibra su carrera de investigadora, en la Universidad Nacional de Hurlingham, con el desafío de avanzar en un país, donde la ciencia lucha por sobrevivir en medio de un contexto económico asfixiante.

Aunque siempre soñó con ser científica, no fue un camino fácil. Magali trabajaba de 8am a 4pm, en una dependencia pública como administrativa y después iba a la facultad. “El cerebro a veces me hacía cortocircuito y me llevó más tiempo terminar la carrera, pero lo logré”, relata orgullosa la biotecnóloga.
Recién graduada Di Meglio logró calificar para una investigación doctoral bajo la dirección del investigador del CONICET Jorge Montanari. Sin embargo, al quedar embarazada, pensó que su carrera científica se vería truncada.
“No creí que fuera compatible ser madre y científica”, recuerda. Afortunadamente, con el apoyo y las palabras de aliento de Montanari, logró superar sus dudas, lo que le permitió continuar su camino.

"Con la perspectiva que da el tiempo, puedo reconocer que conciliar la maternidad con la profesión es difícil, pero no imposible. Al principio, sentía una gran culpa por priorizar mis sueños, pero luego comprendí que mi trabajo no solo es una realización personal, sino también un ejemplo para que mi hija, el día de mañana, sepa que puede perseguir los suyos", asegura esta joven doctorada de 31 años, mirada profunda, ojos verdes y gran sonrisa.
Su trabajo en el laboratorio es tan diverso como dinámico. Algunos días los dedica a tareas administrativas o a la lectura de papers. Otros días se enfoca en los ensayos, la síntesis de materiales y el trabajo en "mesada", lo que le permite avanzar en su investigación sobre la leishmaniasis cutánea, una enfermedad poco priorizada en la ciencia.
La beca para investigar la leishmaniasis que obtuvo la biotecnóloga, era co-financiada por AndLab (laboratorios públicos asociados), una entidad que ya no existe.
Su proyecto de investigación, inicialmente, recibió apoyo estatal porque la industria privada en Argentina no invertiría en un tratamiento para la leishmaniasis, una enfermedad desatendida debido a su baja prevalencia en comparación con el dengue u otras enfermedades más rentables.
Esta afección es causada por parásitos, transmitidos al ser humano por la picadura de distintas especies de insectos flebótomos.
“Es crucial que el ámbito público invierta en estas investigaciones, ya que los tratamientos son costosos y largos, lo que agravaría las lesiones de esta enfermedad y podría volverse una discapacidad. Si el sector privado no va a financiar estos proyectos, el gobierno debe asumir la responsabilidad de generar soluciones innovadoras.", asegura la investigadora.
Aspiraciones y sueños
“Mi madre siempre quiso ser médica y mi padre ingeniero químico, por desgracias de la vida no pudieron lograrlo. Toda la vida fui una combinación de ambas disciplinas. Me apasiona la ciencia aplicable al ámbito de salud”, reflexiona conmovida la científica.
A lo largo de su vida, Magali Di Meglio siempre sintió una fuerte conexión con la ciencia. Su pasión por la Biotecnología surgió de un trabajo escolar, y gracias al apoyo de profesores en disciplinas como Química, Física y Biología, encontró su camino en la investigación.
La licenciada revela su mayor sueño: “Siempre quise ser investigadora y creo que mi mayor aspiración es seguir en la Argentina, aportar al desarrollo científico del país y ojalá poder generar cambios reales y aplicables en la salud, como en el tratamiento de enfermedades”.
Becas y relación internacional entre Argentina y Europa
En 2024 Magali Di Meglio viajó a Francia como parte del proyecto internacional Eco-sud, un programa de cooperación entre Argentina y Francia. Sin embargo, lo que debería haber sido un paso adelante en su carrera se convirtió en un desafío burocrático.
A pesar de que el equipo de Di Meglio y su director, Jorge Montanari, obtuvieron la máxima calificación en el proyecto, el apoyo por parte del Estado argentino brilló por su ausencia. La desaparición del Ministerio de Ciencia y Tecnología y la falta de respuestas de las autoridades sumieron a los investigadores en la incertidumbre.
Montanari describió la situación con dureza: “El destrato por parte de nuestras nuevas autoridades fue demencial. Nunca en más de 20 años dentro del sistema científico me sentí tan ninguneado".
Gracias a la generosidad del director del laboratorio francés, quien cedió su propio viaje para que los fondos pudieran costear el traslado de Magali, ella pudo finalmente llegar a Francia.

Actualmente la científica sigue investigando la leishmaniasis cutánea y a fin de año realizará un nuevo intercambio profesional en Alemania.
“Fue una oportunidad increíble que surgió gracias a que mi jefe nos propuso participar. Junto a otros compañeros, pasamos semanas revisando artículos y buscando coincidencias entre nuestras investigaciones y las de equipos internacionales”, relata la investigadora.
Finalmente, encontraron un punto en común con una científica del norte de Alemania, la cual fue muy generosa y pudieron armar una propuesta de trabajo conjunto.
Magali pudo ganar la beca en un contexto, donde había más postulantes de lo habitual, ya que muchos investigadores argentinos buscan oportunidades en el exterior debido a la falta de inversión en ciencia en el país.

Pero no todo es color de rosa, la científica continúa enfrentando el reto de equilibrar su carrera con su maternidad. “Los primeros días fueron difíciles, pero mi hija se adaptó y mi pareja me brindó todo su apoyo”, describe Magali sobre su experiencia en su primer viaje a Francia.
A pesar de la carga emocional que implica estar lejos de su familia, entendió que no debía sentirse culpable, ya que esta oportunidad era fundamental para su desarrollo profesional.
Sin embargo, frente al actual contexto en que el Gobierno de Javier Milei ha colocado a la ciencia, Magali empezó a cuestionarse: ¿Para qué estoy haciendo esto? ¿Qué va a pasar más adelante? No me quiero ir del país, pero cuando termine mi doctorado dentro de dos años, ¿Qué va a pasar? ¿Voy a poder seguir investigando? La realidad es que el panorama es bastante desalentador”, confiesa la investigadora.
Cientificidio en la Argentina
La remuneración que reciben los becarios en Argentina, no es tan elevado como muchos podrían imaginar.
Según fuentes del CONICET, el estipendio para una beca doctoral en septiembre de 2024 en CABA y GBA es de $850.000.

Esta situación obliga a la mayoría de los becarios, a combinar la investigación con cargos en docencia para llegar a fin de mes. Sin embargo, no todos cuentan con esa posibilidad. Para quienes viven solos y alquilan, la situación se vuelve cada día aún más complicada.
En países más desarrollados, como EE.UU y Suiza, se invierte más del 3% del PBI (Producto Bruto Interno) en ciencia y tecnología. Desde medicamentos hasta vacunas, para que un producto llegue al mercado, hay una investigación y un desarrollo detrás que son esenciales para la salud.
En contraste, la inversión en Argentina es de apenas el 0,52% del PBI, una cifra que evidencia un magro financiamiento.
El nuevo gobierno ha aplicado recortes en este ámbito, lo que plantea una pregunta inmediata: ¿Qué ocurrirá si se reduce aún más esta inversión? La respuesta podría implicar la renuncia a nuestra capacidad académica, de innovación y desarrollo, comprometiendo el futuro de la ciencia en el país.
Según un informe del CIICTI (El Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación), el ajuste en ciencia no tiene fin. Con respecto a 2023, ya perdió un 30,4% la inversión en ciencia y tecnología en el presupuesto nacional.
Este ajuste no solo representa un retroceso financiero, sino que también pone en jaque la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, aprobada en 2021, que prevé alcanzar una inversión del 1% del PBI en ciencia para 2032.

Si los recortes continúan, esa meta parece cada vez más lejana, y con ella, la posibilidad de una ciencia nacional robusta y competitiva.
Para los investigadores, el impacto es directo: con el ajuste presupuestario, las becas se han reducido y los salarios de los becarios, que ya eran bajos, no acompañan la inflación. Algunos jóvenes científicos ya piensan en abandonar el barco y buscar nuevos horizontes.
Comments