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DESDE LA CUNA HASTA EL CAJÓN

  • Ariadna Sauer
  • 28 nov 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 29 nov 2023

Los bombos parecen ir al ritmo del corazón. El canto sincrónico arma una armonía única, que desprende un poder inigualable. Todo parece posible. La fuerza se siente. Las gargantas están tensas por los gritos hechos con la mayor potencia que permita el cuerpo. Agitando la mano y, saltando, porque más allá del resultado el ritmo y la intensidad se van a mantener a lo largo de esos gloriosos 90 minutos. Los colores, las banderas, las camisetas, los gorros, todos en unión para hacerle el aguante a ese equipo, que nos apasiona, por el cual celebramos y sufrimos, lloramos y reímos.



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La banda siempre está presente un domingo con lluvia o un viernes soleado, eso es porque el equipo “se lleva adentro, en el corazón”. La pasión es incomparable. ¿Cómo surge este sentimiento y se forja esta identidad?


¿Ganen o pierdan? Dejar la vida por los colores


Difícilmente un barrabrava diga “yo soy barrabrava”. Se definen a sí mismos como la hinchada. En realidad, el termino “barrabrava” proviene de la categoría periodística y jurídica, y se emplea para caracterizar a hinchas que cometen violencia.


“Un barrabrava es un hincha, un fanático que es pasional y quiere a su club, solamente que tiene una concepción acerca de lo que es el aguante, el honor y lo que significa ser ‘un hombre de verdad’, que está muy vinculado al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con otros”, sostiene el investigador Javier Bundio, doctor en Ciencias Sociales y antropólogo especializado en la sociología del deporte.

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¿Cuál es el límite de la pasión?


La cultura del aguante nace como una categoría muy asociada a lo que es la resistencia física ante la adversidad. En los años 80 hubo un quiebre en esa idea y ahora no sólo significa resistencia, sino que pasa a ser también el enfrentamiento físico con el otro. El aguante es un capital social que el hincha tiene y consigue enfrentándose a otro.


Según Bundio, “este capital que consigue le da un prestigio dentro del propio grupo, y ese prestigio es lo que define lo que son las jerarquías internas dentro de una barrabrava”.


La importancia del simbolismo


Los símbolos se fueron construyendo a lo largo del tiempo y están muy relacionados con “el aguante”. Dos símbolos centrales son las banderas (o “los trapos”) y los bombos. Además, se incluyen aspectos vinculados al lugar que ocupa en los estadios: el centro de tribuna popular es el centro de la barra. Es por esta razón que cuando hay pelea entre facciones lo que se disputa es quién está en ese centro.


“La organización y los símbolos son centrales para definir lo que es una barra, ya que si no ocupa ese lugar central y no tiene esos símbolos difícilmente podrá consolidarse y mantener el poder y prestigio que tienen”, afirma el especialista.

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La alineación de una barra


En la jerarquización de las barras más grandes, existen diferentes “líneas” que se respetan. Está la primera línea, que es un grupo chico que toma las decisiones y mantiene un vínculo directo con la dirigencia de los clubes. Son interlocutores del poder.


La segunda línea son gente vinculada a la primera, pero con otras tareas. Allí habitualmente empiezan a verse lo que son las facciones, es decir, distintos grupos que se disputan el poder


La tercera línea, a diferencia de la primera y la segunda, tienen una relación no tan presente con la barra, pero forma parte de los rituales, por ejemplo, en los micros y los enfrentamientos.


Cuidados por la guardia imperial y la 12


Los medios fomentan la idea del barrabrava como un sujeto violento, pasional, salvaje, que solo pelea , pero la realidad es que el barra es una persona como cualquier otra que tiene otras percepciones acerca de ser un hombre, y que puede o no estar vinculado con delitos.


“Obviamente habrá casos en las hinchadas más grandes que tienen vínculos con la corrupción, con una serie de actividades ilegales, pero en la Argentina hay más de 300 clubes y no todos tienen esa barra que nosotros imaginamos.”, afirma el licenciado Javier Bundio.

La final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y el club brasileño Fluminense fue un gran ejemplo del rol que cumple la barrabrava. Los hinchas del equipo argentino estaban en la playa cruzaban los dedos para que llegara la barra a defenderlos de las agresiones de los simpatizantes cariocas y de la represión policial. En cierta medida, existe una concepción de la barra como “Alguien que te cuida” también, frente al exceso policial, la violencia de otros barras, u otras situaciones



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Además, la barra está inmersa en “redes de reciprocidad” donde hay intercambios de bienes, servicios y ayudas. Por ejemplo, cuando un hincha fallece son ellos quienes generalmente juntan el dinero para ayudar en el sepelio. Cumplen toda una serie de roles sociales dentro del club, que van más allá del límite en la legalidad de las acciones.


Intereses que traspasan la cancha


El fútbol y la política están relacionados desde los inicios de este deporte en Argentina. Las barras son ahora un actor central en la vida cotidiana de un club. Por esta razón tienen vínculos con sindicatos, punteros políticos, intendentes, entre otros. Es habitual que las personas que están en una barra luego sean miembros de la seguridad en marchas políticas, ya que existe una fluidez y un intercambio permanente.


“Cualquier dirigente para mantener cierta gobernabilidad en su club va a intentar llevarse bien con la barra. Eso hace que tengan intereses comunes y, por esto, también es muy difícil ‘terminar con las barras’ ya que hay un interés y una convivencia muy grande entre el dirigente de un club, el intendente, el jefe de la fuerza de seguridad y el líder de la barra”, asevera Bundio

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