DETRÁS DE LA PENUMBRA DE LA SALAMANCA
- Zoe Tilli
- 25 nov 2024
- 6 Min. de lectura
“Ya pobre y casi desnudo
y sin tener qué comer
llegué hasta la Salamanca
pa’ verme con Lucifer.
Mandinga abrime la puerta
le dije cuando llegué
no le tengo miedo a nada
cansado de padecer”
Así dice la chacarera que cantaba Jorge Cafrune sobre una leyenda del folclore reconocida en el Norte Argentino. Así se construye el mito, pero a duras penas, lo oculto y mágico se ha mostrado al hombre común y corriente. Entonces, ¿Entrar o no entrar a la cueva del mal?
En la historia existieron diferentes prácticas en torno a lo que las personas poco crédulas definirían como “fantasía”. Aquelarres, brujas y rituales a lo largo de los años también tuvieron lugar en nuestras tierras, y con ello muchas costumbres que siguen de pie hoy en día, resistiendo. Parece ser que fueron pocas las tradiciones que resistieron la colonización y la modernidad escéptica con la que este mundo se vio enfrentado, pero puede que existan, puede que la magia continúe entre nosotros.
Alejándonos de la brujería de los sombreros puntiagudos, calderos y bolas de cristal, existió un poder aun mayor en este mundo; uno mucho más incomprensible para el ojo humano; una cueva de excesos, pactos diabólicos, abundante comida, y animales horrorosos que volverían loco a cualquiera que no esté preparado para los secretos de La Salamanca.

Judith Faberman, historiadora e investigadora del CONICET trabaja a fondo con esta temática en su libro “Las Salamancas Mestizas. de Las Religiones Indígenas a la Hechicería Colonial. Santiago Del Estero, Siglo XVIII”, en donde fundamenta sus conocimientos con los registros oficiales de dicha provincia sobre los procesos hacia las llamadas «brujas».
Según la Real Academia Española, una Salamanca es una “cueva natural que hay en algunos cerros”en la que según la creencia popular, se enseñaba magia oscura, entre otras prácticas temidas por los habitantes de las aldeas al pasar de los años.
Aunque otras definiciones como la de la investigadora, Alicia Poderti, las significa en su libro “Brujas Andinas. La inquisición en Argentina” como la residencia del tío (representado en nuestro país como el diablo, mandinga, el malo, zupay), donde acuden las brujas descritas como mujeres hermosas con ropas lujosas o incluso desnudas, brujos, entre otros interesados.
A estas brujas y brujos se los condenaba por dichos actos, aunque como historia conocida, no todas las acusaciones eran certeras. Muchas de ellas estaban puramente relacionadas con plantas medicinales y habilidades corrientes que, en una sociedad todavía muy joven, no eran normales. De la misma forma, cuando las aldeas eran atormentadas por plagas mortales no conocidas para la época. En este viejo mundo, la maldad no tenía otra explicación más que la existencia del Diablo.
Como la mayoría de las leyendas y mitos, las primeras menciones de las Salamancas se remontan alrededor del 1600, y mayoritariamente son conocidas en la provincia de Santiago del Estero, aunque también se habla de una expansión por todo el Noroeste Argentino, incluso también en Buenos Aires.

La escuela de artes extraordinarias ¿O diabólicas?
“Lo que se dice es que el origen de La Salamanca es hispano, que remite a la ciudad de Salamanca dónde había (y hoy también es un lugar de visita) una cueva en la que se suponía que los estudiantes hacían un pacto con el diablo para que les fuera bien en los exámenes” explica Faberman. “Es una escuela de brujos, un lugar donde se pacta con el diablo a cambio. Una cosa que tiene que ver con el aprendizaje de habilidades", continúa.
Incluso con su origen un siglo antes, Faberman habla sobre un proceso contra hechiceras en el año 1761, en la Provincia Argentina de Santiago del Estero, dónde dos acusadas de hechicería confiesan “bajo tormento” haber asistido a Salamancas.
Las acusadas, las indígenas Pancha y Lorenza hablan en su testimonio de un sitio específico. Hablan sobre las supuestas escuelas de magia donde se enseña el llamado “arte de la hechicería” mediante un pacto con el diablo. Ambas retratan el carácter festivo de los encuentros.
Allí, en medio de los cuentos de terror para asustar a los niños, se presenta la imagen de unas reuniones con bailes y fiestas como las que encontramos en la vida ordinaria. También descrito como un sitio lleno de riquezas, oro, plata y abundante comida. Aunque lo que nace en la cueva, debe permanecer allí, está prohibido determinadamente sacar objetos, porque afuera en el mundo corriente, puede desvanecerse o incluso transformarse en algo negativo.
Lo cierto es que además de brujería, en las Salamancas se destacaba la enseñanza de la danza, la ejecución de instrumentos y la destreza de la doma. De esta forma, se instala en la sociedad colonial que “las personas que tienen algún tipo de habilidad especial, no pueden haberla conseguido por sus propios medios”, según la investigadora del CONICET. “Estos conocimientos tienen que ser transmitidos de una manera «no natural», entonces esa persona es sospechosa de alguna manera de concurrir a Salamancas”, añadió.

Santiago del Estero, acusaciones e imposición católica
Es de público conocimiento que las mujeres han sido perseguidas por cargos de hechicería durante un gran periodo de la historia. Salem puede posarse en la mente de cualquiera cuando se trata de la persecución en contra de las brujas. Judith Faberman recopila casos autóctonos sobre la cacería que, si bien en tierras latinoamericanas no tuvo la mayor de las trascendencias en cuanto a números, la atrocidad de los castigos siguió siendo alarmante.
Privadas de su libertad, torturadas y destinadas a la cuelga o la hoguera, existieron mujeres que quedaron en las cenizas de nuestra historia por acusaciones de pactos satánicos y magia oscura.
La experta señala que su investigación se centró en el Noroeste Argentino debido a que “son zonas en las que la población indígena era más importante que en el resto de la actual Argentina”. Santiago del Estero es el eje de sus estudios ya que, de todos los archivos, el nombre de dicha provincia aparece en el epicentro de la historia como una zona en la que “las brujas son verdaderamente poderosas”.
“En Santiago del Estero, que es dónde parece haber una persecución más sistemática, hubieron once procesos” revela la investigadora y agrega: “Son persecuciones que dependen mucho del celo de las autoridades eclesiásticas y de las autoridades civiles”. Luego explica que el punto de inflexión para las acusaciones mayormente estaban ligadas a situaciones externas a las que se las culpabilizaba a las llamadas hechiceras.
Con relación a los actores eclesiásticos, Faberman argumenta que fueron los factores que contribuyeron a la fusión de estas prácticas indígenas con las influencias europeas y africanas.
La conquista de América, desde el año 1492, no solo incluyó el carácter económico, sino con toda relación de la vida que ya existía en este continente, incluidas las costumbres originarias. Por eso, plantea que el camino de las autoridades eclesiásticas “es la demonización de esas prácticas, es decir; que los indígenas hacen ciertos actos porque es el diablo el que está tras de todo ese asunto”.
Según la investigadora del CONICET, se arraiga tanto la religión católica en la sociedad colonial y en los mismos habitantes originarios que las mujeres que fueron acusadas de hechicería, en mayor parte indígenas, “eran en algunos casos acusadas también por sus vecinas también eran indígenas”.
Asimismo, argumenta que es posible que hayan existido muchos más casos de brujería de los que existen en los registros. Por ello, explica que si una persona simplemente cree que “las prácticas mágicas son parte del paisaje, no llaman la atención y no son perseguidas”.
El tipo de magia practicada no es muy distinta a las conocidas en las sociedades europeas de la Edad Moderna. Faberman recalca que las prácticas son universales, y que se trata de las típicas, por ejemplo pinchar un muñeco para provocar mal o plantas curativas.
El arte de curar, dañar, prosperar mediante el empleo de plantas medicinales y rituales eran las prácticas generales utilizadas en la época y que también eran enseñadas en Las Salamancas.
Muchos de estos “hechizos” no eran mal intencionados y son destrezas que hoy en día pueden verse tanto en la medicina como en la cosmetología, aunque en aquellas épocas, fueron tachadas rápidamente como “diabólicas” y poco cristianas.
“La magia es un lenguaje universal y atemporal” afirmó Faberman ante la posibilidad de que las costumbres hechiceras hayan sobrevivido con el pasar de los siglos.
Lo cierto es que la Leyenda de la Salamanca (como muchas otras) nos ubica en que entre las historias fantásticas contadas durante el pasar de los años podemos ver cenizas de nuestra propia historia, de opresión y violencia.
Nada está escrito sobre la existencia de la magia. No hay certezas de que perdida en los cerros exista una cueva llena de posibilidades o sólo permanecerán como historia para contar en fogatas. Pero la historia se seguirá transmitiendo y en las canciones folklóricas va a quedar el dejo de curiosidad que llevará forasteros a preguntarse ¿Sumergirse o no sumergirse en las profundidades de La Salamanca?






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