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EL ALGORITMO DE LA SEDUCCIÓN

  • Foto del escritor: Martina Nicole Torne
    Martina Nicole Torne
  • 25 nov
  • 5 Min. de lectura

Somos la generación más conectada de la historia. También, la más condenada a la soledad de la superficie. ¿Cómo la hiperconectividad está matando el deseo y la intimidad?


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¿No es irónico que cuanto más acceso a millones de personas tenemos, más complicado es encontrar el amor? ¿Cuántos de nosotros invertimos más tiempo juzgando las tres primeras fotos de un perfil, en vez de realmente intentar conocer a la persona que está detrás?


Nos volvimos expertos en el ¨ghosting¨ tratando de evitar cualquier conversación incómoda y a su vez, nos volvimos adictos a la validación que nos ofrece un "like".



Arturo Lira Belman, alumno y colaborador de la FES Acatlán, nos da un atractivo punto de vista sobre el amor en las redes sociales.


La forma en que las personas se vinculan y se enamoran experimentó una transformación radical en el último siglo, ya que hoy en día los encuentros amorosos no ocurren solamente en un café o un boliche. La búsqueda de compañía, amistad o pareja se trasladó a un dispositivo móvil, en donde las aplicaciones de citas reescribieron el manual de la interacción humana, convirtiéndose en el nuevo ABC del amor.


Ahora bien, el pase que ocurrió del cara a cara a una pantalla demuestra la necesidad de optimización que los individuos buscan en un mundo donde el tiempo es escaso, debido a lo inmediato que se volvió la vida humana por la hiperconectividad que nos rodea.


Según Joaquín Walter Linne, doctor en Ciencias Sociales e Investigador adjunto del CONICET, el mundo de las citas se convirtió en un "complejo ecosistema digital" y en su artículo "No sos vos, es Tinder" pone en juego a las nuevas características del romance: la gamificación (donde el vínculo es un videojuego que se debe ganar), el consumo de superficie (donde el otro es un objeto descartable) y la gestión cotidiana de la identidad (la actuación constante).


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¨La gamificación consiste en el efecto en que el mundo gamer se vuelve transversal y las aplicaciones de citas se convierten en una especie de videojuego en donde hay premios y puntajes¨, explica Linne, quien insiste: ¨Hay más racionalidad en las apps de citas ya que se puede seleccionar las características del perfil dando como consecuencia la creación de un imaginario en el que se puede tunear al perfil a elección propia¨.


Roles desiguales

No obstante, esta racionalidad en el descarte y la selección de perfiles se ve complejizada por la disparidad de objetivos entre géneros, ya que la era digital coincide con un auge del feminismo, movimiento que ha otorgado a las mujeres una mayor autonomía en sus elecciones de vida, lo que se ve reflejado en una mayor exigencia a la hora de seleccionar pareja. ¨Según estudios, hay cierta tendencia en el mundo hetero a que los varones tienden a buscar más encuentros casuales, a priori, y las mujeres tienden a buscar relaciones o algo más que encuentros casuales para poder generar cierto vínculo con proyección¨, detalla el sociólogo.


La "gamificación" de las aplicaciones transformó el romance en un videojuego dado que el interés ya no está en la conexión profunda, sino en una obsesión por acumular el mejor score o puntaje.

La mecánica del swipe es tan rápida y repetitiva que anula por completo la dinámica del cortejo tradicional, dando como consecuencia la destrucción de la paciencia de las personas, que es necesaria para construir un vínculo significativo.



Andrés Couto, Licenciado en Psicología y sexólogo.


El resultado directo de la lógica de puntuación es el consumo de superficie, debido a que el constante bombardeo de perfiles convierte a la persona en un objeto dentro de un catálogo.”Ya no se busca que el usuario encuentre un match, sino que sobreviva a la demanda que implica usar la aplicación”, asegura Linne.


El investigador advierte que ¨cuando se habla con mucha gente ocurre un efecto de despersonalización¨ y esa misma sobrecarga provoca un ¨burn out¨.

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¨El chat es un género frío y repetitivo en donde puede no haber conversaciones profundas y, por ende, la gente termina por abandonar el contacto por aburrimiento y esta ineficiencia emocional, irónicamente, se produce dentro de un sistema diseñado para la eficiencia, demostrando que la cantidad de opciones es directamente proporcional a la frustración del usuario¨, detalla el doctor Linne.




La autenticidad personal corre riesgo en la era digital, dado que la lógica del consumo de superficie obliga a cada individuo a convertirse en un perfil que crea una versión idealizada de sí mismo, para que el algoritmo lo valide porque ¨todos queremos ser resultados validados por los otros y por eso uno trata de hacer automarketing para tener like y matches¨, según el académico.


Fuente: Tinder (2025)
Fuente: Tinder (2025)

¿Qué tan auténticos somos?

Sin embargo, la desilusión toca la puerta cuando el usuario siente miedo de no ser seleccionado por mostrar los signos del paso del tiempo y recurre a usar filtros agrandando la brecha entre lo real y lo imaginario. Esta conducta es un mecanismo de defensa y el sociólogo lo explica en estos términos: ¨hay muchas personas que utilizan filtros porque les da miedo envejecer o engordar, pero el problema es que para algunos rompe el contrato implícito de mostrarse tal cual es¨.




¨Hay un imaginario de que hay mucha gente disponible, buscando relaciones en las redes-afirma Linne-, entonces hay muchos que creen que es perder el tiempo juntarse después de estar una semana o meses hablando para tratar de explicar las causas del por qué no funcionó, porque equivale a una cita perdida cuando se la puede usar para comenzar una nueva relación¨.


Fuente: Tinder (2025)
Fuente: Tinder (2025)


La frialdad que se produce en el descarte es el resultado final de la disolución del mandato social que rigió las relaciones del siglo XX.






Si antes la pareja se sostenía sobre la base de una obligación institucional, como el matrimonio que era tomado como un compromiso social que garantizaba la tolerancia y el perdón, hoy el vínculo está regido por la libertad individual y la racionalidad del mercado, sostiene Linne.


Del mandato a la exigencia

¨A nuestros padres y abuelos, les perdonaban muchas más cosas que a los jóvenes hoy en día porque antes había un mandato fuerte que era el de estar juntos, hasta que la muerte nos separe, en cambio, hoy en día. Un gran ejemplo es el presidente que está solo y no se lo ve como algo malo¨, ejemplifica el sociólogo.


Como conclusión, para Linne, la libertad ganada con la disolución del mandato social ha sido sustituida por la esclavitud de la validación que exige el algoritmo y el verdadero desafío radica en reaprender la paciencia y la tolerancia a la incertidumbre que fueron esenciales en el siglo XX.


“Debemos abandonar la lógica del catálogo y arriesgarnos a mostrar el verdadero "yo" que vive detrás de la performance, con el objetivo de poder reconstruir la autenticidad del vínculo y encontrar, finalmente, una conexión que sea más profunda que un simple match fugaz”, finaliza.

Pero, si la perfección que promete el algoritmo nos condena a la misma soledad, ¿no será hora de cerrar el catálogo de "perfiles ideales" y, de una vez por todas, arriesgarnos a la imperfecta conexión humana?

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