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EL DESAFÍO DE ESTUDIAR EN EL CONURBANO

  • Teo Barone
  • 19 nov 2024
  • 5 Min. de lectura

Más de 10 millones de personas viven en el Conurbano Bonaerense, territorio en el que el acceso a la universidad depende en gran medida del transporte público. La escasa frecuencia de los servicios y las elevadas tarifas ponen en riesgo el acceso de los jóvenes a la educación superior.


Agustín tiene 23 años, vive en González Catán, estudia en la Universidad de La Matanza, pero además, trabaja. Su día arranca a las 5AM para poder llegar a su clase de las 8AM, porque tiene que combinar dos colectivos, que no siempre llegan a la hora esperada.


“Estamos en González Catán en un proyecto para mirar cómo se constituyen las ciudades desiguales, los colectivos dejan de funcionar a la noche, si llueve no paran dónde deberían parar y algunas veces dejan de circulan por lugares que no están asfaltados”, relata Alicia Lezcano, socióloga y Dra. en Antropología.


Así como Agustín, miles de personas a lo largo y ancho del conurbano tienen que sortear una serie de obstáculos para poder estudiar con normalidad. Muchas veces hay que hacer malabares para compaginar viajes, trabajo y estudios, a la vez que se busca abaratar costos.


Según un informe de la Asociación Argentina de Empresarios del Transporte Automotor (AAETA), la utilización del transporte público cayó en los primeros ocho meses del año en comparación con el mismo período de 2023: los colectivos del AMBA redujeron 6,6% la cantidad de pasajeros.


Esto se debe en parte al significativo aumento del servicio, que registró subas de hasta el 600% desde la asunción del gobierno de Javier Milei: el colectivo en el AMBA pasó de $52,96 en diciembre de 2023 a $371,13 en agosto.





Lezcano, junto a otros investigadores, publicó en el año 2020 un artículo científico titulado “Segregación, espacio territorial y transporte público deficitario”, donde analizan el acceso físico y económico al transporte público de los estudiantes de la UNLAM.


Hoy, a más de 4 años de ese trabajo, la socióloga advierte que la situación empeoró: “Después de la pandemia, todo se agravó mucho y con este gobierno, además de las tarifas, se profundizó el deterioro de las condiciones en la que circula el parque automotor”.


“Yo siempre digo que cuando uno ve que en una calle en la que el asfalto está desapareciendo es por el deterioro que sufre la urbanización por años de ausencia del gobierno local , en el caso de los colectivos es lo mismo, porque además no solamente están en malas condiciones, sino que muchos de ellos dejan de circular”, reflexiona Lezcano.


La experta cuenta que “ante el aumento del boleto, lo que hacen los chicos es armar estrategias, como juntar materias y pasar prácticamente todo el día en la Universidad”, situación que califica como “desgastante” para los alumnos, que no pueden “comer y descansar como necesitarían hacerlo”.

Además, Lezcano notó este cuatrimestre un leve descenso en la matrícula de la materia que tiene a cargo en la Universidad de La Matanza, Metodología de la Investigación, y, dada la coyuntura actual, las alarmas sobre una posible deserción no tardaron en encenderse.


Si bien la investigadora no augura una deserción masiva en las universidades, alerta sobre un cambio en la forma en que los estudiantes cursan. “Van a tener que elegir; a lo mejor no pueden cursar todos los días y va a haber una retracción en la matrícula”, observa.


La socióloga considera que la problemática afecta no solamente a los estudiantes sino también a los docentes, y narra su experiencia con una ayudante de cátedra: “Cuando empezaba el primer cuatrimestre me llamó y me avisó que renunciaba al cargo porque gastaba más en venir, que lo que cobraba por el salario docente”.


Las universidades de cercanía y su función social



La Universidad de la Matanza, por su ubicación estratégica y accesibilidad, cumple una función social muy valiosa para una población en otros tiempos cautiva en lo que a oferta educativa refiere. En palabras de la socióloga, “le permite a la población del conurbano en general acceder a la universidad pública en cercanía”.


Tal es la influencia de la UNLAM, que se posiciona como la universidad con mayor cantidad de estudiantes del conurbano bonaerense y concentra el 2,4% de la matrícula total del sistema universitario nacional, según un informe del Laboratorio de Políticas Educativas (LPE) de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR).


La Universidad en general, y la de La Matanza en particular, resultan un bastión de la movilidad social y un trampolín hacia el futuro. Encuestas de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), consignan que el 75% de los alumnos de la UNLAM son primera generación universitaria.


Estos datos, que parecen verdades de perogrullo, han sido cuestionados en los últimos días por el Presidente de la Nación, y son trascendentales para mostrar los riesgos de que alumnos se queden sin asistir a la Universidad.


Lezcano relata su experiencia como estudiante de la Universidad de Buenos Aires (UBA), cuando vivía en Hurlingham. “Para mí significaban dos o tres horas por día de viaje para poder estudiar y trabajar”, recuerda, y subraya la relevancia de contar con universidades próximas que eviten ese desgaste a los estudiantes.


De acuerdo con la investigadora, la educación superior ofrece herramientas esenciales para el desarrollo profesional y complicar el acceso a las universidades es “impedir la posibilidad de inserción al mercado, con herramientas que de otra manera no tendrías”.


“La universidad no es una isla, -puntualiza la antropóloga- es parte de la vida cotidiana de los docentes, los alumnos y las familias”. El deterioro de las condiciones de transporte afecta inevitablemente a la universidad, que guarda una profunda conexión con la vida cotidiana de las comunidades.


Políticas públicas de desfinanciamiento universitario


La intención inicial de este artículo era abarcar solamente cómo la falta de frecuencia en el transporte público afecta el acceso a la Universidad, pero, la reciente convalidación legislativa al veto a la Ley de Financiamiento suma nuevos obstáculos a la misma problemática.


A causa de la situación que atraviesan las universidades, para los estudiantes, docentes, directivos y trabajadores no docentes resulta imposible proyectar a futuro. Las palabras de una docente como Alicia Lezcano, que pasó gran parte de su vida dentro de distintas universidades, ayudan a ilustrar el panorama actual.


"Creo que además del desfinanciamiento hay como un desprecio por lo que es la ciencia, la tecnología y la educación", advierte la investigadora, y agrega "Sin educación, ciencia y tecnología no hay futuro", recordando cómo la sociedad pudo enfrentar la crisis del COVID gracias a los avances científicos y educativos.

Lezcano califica el presente de las universidades como "inédito" y "dramático". Según ella, "nunca se vivió una situación como esta", aún en comparación con momentos como el menemismo, cuando la educación también enfrentó un severo desfinanciamiento.


“Nunca pensé que íbamos a llegar a esta instancia", asevera consternada la docente, que, aún así, motiva a la comunidad educativa a no bajar los brazos. "No hay que abandonar la lucha, hay que seguir luchando y ojalá toda la comunidad educativa entendiera esto", concluye.


Sin embargo, mientras se discuten los grandes desafíos estructurales, el transporte sigue siendo un problema inmediato que afecta directamente la asistencia de miles de estudiantes. Para Agustín, como para tantos otros, el viaje diario a la universidad es un zig-zag constante, esquivando piedras que se interponen a su formación académica.


La precariedad del transporte público no es solo una dificultad logística, sino un reflejo de las desigualdades sociales que persisten. ¿Cómo imaginar un futuro próspero si limitamos a quienes van a construirlo?




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