EL TRABAJO COMO PUENTE A LA INCLUSIÓN
- Victoria D´Astoli

- 18 nov
- 5 Min. de lectura

¿Sabías que el 86% de las personas que tienen alguna discapacidad no tienen trabajo en Argentina? El empleo inclusivo transforma vidas al brindar oportunidades reales de crecimiento y autonomía. Una investigación del CONICET demuestra que menos del 30% de las personas con discapacidad intelectual logra insertarse en trabajos formales.
En Argentina existen instituciones como el Centro de Día Santa Marta que impulsan programas de “Empleo con Apoyo”, una modalidad que se desarrolló en Estados Unidos a mediados de los años 80. De este modo, avanzan en la inclusión laboral de este sector de la población mediante la participación clave de las familias y el acompañamiento de profesionales.
El acceso al empleo formal sigue siendo una deuda pendiente en Argentina. En este contexto, la investigadora Agustina Reist destaca el modelo de Empleo con Apoyo (EcA) como una herramienta clave para la inclusión real en entornos laborales comunes. “El EcA permite a las personas con discapacidad integrarse al mundo laboral mediante un apoyo continuo y flexible, que incluye la adaptación del espacio físico y de las tareas según las necesidades de cada individuo”, explica.
Según el registro nacional de personas con discapacidad, hay más de un millón trescientos mil CUD (Certificado Único de Discapacidad). De ese total, el 86% no tiene trabajo y solo el 14% declara un empleo. Entre ellos, la mitad se incluye en la formalidad, mientras que tres de cada diez trabajan por cuenta propia. Aún menor es la cantidad de personas que ocupan cargos directivos: el 1%.
A LA MESA: EJEMPLO QUE INSPIRA
Uno de los casos más destacados de inclusión laboral reciente es el restaurante “A LA MESA”, ubicado en el barrio de Las Cañitas, gestionado sólo por personas con neurodiversidad. Ser neurodivergente significa tener un cerebro que funciona de manera diferente a lo que se considera “normal” o “típico”. Esto puede incluir la forma en que una persona piensa, aprende, se comporta o procesa la información. Los neurodivergentes pueden tener diagnósticos específicos (TDAH, TEA, etc.) o condiciones no diagnosticadas.
“A la mesa surge de una idea que tiene todo padre de una persona con discapacidad que es cómo hacer el futuro de su hijo o hija sea mejor”, explica el Dr. Fernando Polack, médico pediatra infectólogo y mentor del restaurant Alamesa.
El emprendimiento gastronómico, inaugurado en 2024, fue concebido desde la perspectiva de la neurodiversidad y emplea a personas neurodiversas, como la hija de Polack, Julia, de 25 años, que tiene TEA (Trastorno del Espectro Autista).
En A LA MESA, los trabajadores participan en todas las etapas del servicio: cocina, atención, administración y redes sociales. Cada puesto está pensado para potenciar las capacidades individuales y promover la autonomía.
“Es un mundo donde las reglas son las de las propias personas con neurodiversidad, donde el lenguaje es el de ellos, pero que se inserta en el mundo real, en el día a día, con un trabajo en relación de dependencia pago que les da la dignidad de producir sus propios ingresos, que les permite compartir el día a día con amigos –que piensan y tienen las mismas preocupaciones que ellos”, resume el impulsor del proyecto.
De este modo, iniciativas como A LA MESA demuestran que cuando se crean entornos laborales inclusivos y respetuosos de la diversidad, se amplían las oportunidades reales de desarrollo personal y profesional. En este sentido, Reist señala: "La inserción laboral es una potente herramienta de inclusión laboral y luego sobre el desarrollo profesional de las personas con discapacidad intelectual”.
LA FAMILIA COMO PRINCIPAL RED DE APOYO
Desde el Centro de Día Santa Marta, ubicado en la provincia de Buenos Aires, Laura Etcheverry, directora del Centro de día y Terapeuta Ocupacional, subraya que el acompañamiento familiar incide directamente en la permanencia y el desempeño laboral. “Cuando la familia confía, acompaña y refuerza los logros, la persona se siente más segura y motivada. Por el contrario, cuando predomina la sobreprotección o la desconfianza, pueden aparecer dificultades para sostener la rutina o asumir nuevas responsabilidades”, sostiene.
Cuando una persona con discapacidad intelectual accede a un empleo, la dinámica familiar también se transforma. La rutina del hogar cambia, se reorganizan los tiempos y aparecen nuevas responsabilidades compartidas. Sobre todo, se refuerza la autoestima y la independencia del trabajador, lo que genera orgullo y sentido de logro en todo el grupo familiar.
”Las familias comienzan a reconocer a la persona como adulto trabajador y no solo como alguien a quien cuidar”, destaca Etcheverry.
En los programas de Empleo con Apoyo, la articulación con las familias es un componente clave del proceso. El acompañamiento laboral se sostiene a través de seguimientos periódicos, comunicación constante y acuerdos compartidos, que permiten construir una red coherente entre hogar, institución y espacio de trabajo. La meta es que la familia participe activamente sin reemplazar la autonomía del trabajador, desde un lugar de confianza y apoyo.

Además, los equipos técnicos de los centros de día trabajan junto a las familias para derribar los estigmas sociales que aún persisten en torno al empleo de personas con discapacidad. A través de talleres, espacios de diálogo y experiencias positivas, se busca modificar la mirada social y demostrar que la discapacidad no implica incapacidad. Este proceso no solo amplía oportunidades laborales, sino también promueve comunidades más empáticas e inclusivas.
LEYES QUE PROTEGEN

En Argentina existen varias normativas que protegen los derechos de las personas con discapacidad, tanto a nivel nacional como provincial. De esta forma se busca garantizar la igualdad de oportunidades, la inclusión social y laboral, y la accesibilidad en todos los ámbitos.
Además, existe el Programa Promover, impulsado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, que tiene como objetivo facilitar la inserción laboral de personas con discapacidad en empleos formales y sostenibles.
A través de esta política, se brinda acompañamiento técnico, formación profesional, orientación laboral y apoyo económico, tanto a los trabajadores como a los empleadores que los incorporan. “Promover” fomenta la creación de entornos accesibles y equitativos, y busca fortalecer las capacidades individuales, con el objetivo de alcanzar la inclusión laboral mediante un empleo, donde la persona pueda crecer y mantenerse en el tiempo.

Otra modalidad utilizada es el “Empleo Protegido“, donde las personas con discapacidad, que no pudieron adaptarse a un trabajo formal pero que están capacitadas para realizar actividades productivas, pueden trabajar en talleres. En esta línea, Reist destaca que en España “suele darse mediante los Centros Especiales de Empleo que se enmarcan en las políticas públicas de empleo y provoca que se reduzca el empleo“.
A diferencia de los talleres protegidos o los empleos segregados, el modelo de Empleo con Apoyo (EcA) impulsa la inserción directa en entornos laborales comunes. Para la investigadora, “el objetivo no es adaptar a la persona a un sistema excluyente, sino transformar el entorno para que sea verdaderamente inclusivo”.
Sin embargo, los principales obstáculos son la falta de políticas sostenidas, los prejuicios empresariales y la escasa articulación entre Estado, instituciones y familias. La terapeuta del Centro de Día lo sintetiza con claridad: “La inclusión no puede depender solo del compromiso individual; requiere políticas públicas que garanticen recursos y formación continua para los equipos”.





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