¿ES EL ESPAÑOL UN IDIOMA MACHISTA?
- Lucas Rapetti

- 25 nov
- 6 Min. de lectura
Nuestra lengua es un sistema donde el género masculino históricamente ha dominado las expresiones. Esto impulsa movimientos que buscan generar un cambio hacia un lenguaje más inclusivo y menos patriarcal.
¿Te acordás el momento preciso en el que aprendiste a hablar? ¿O cual fue tu primera palabra? Seguramente no. El 50% de los bebes dicen “papá” como su primera palabra, mientras que el 40% dice la palabra “mamá” y el 10% restante dice palabras como “agua” u onomatopeyas. Todo esto por una mera cuestión fonética. Para un bebe es más fácil articular letras como la /P/ y la /D/, mientras que letras como la /M/ son ligeramente más complejas de emular. Pero dado que esto ocurre a una muy temprana edad, lo más probable es que solo lo sepas porque te lo contaron tus padres o algún familiar.
Hay algo que, sí estás en condiciones de asegurar, aunque tu memoria no te lo permita, es que, si naciste en Hispanoamérica, tu primera palabra fue en español, y eso no fue producto de un proceso natural, ni algo que elegiste; eso sucedió por una imposición cultural, algo que te precede -a vos, a mí y a muchos de nuestros antepasados-.

No tenemos la libertad de elegir el idioma nativo, pero sí podemos, a lo largo de nuestra vida, pensar si está bien la forma en que lo empleamos, si son correctas las expresiones que usamos o las formas en que definimos ciertas cosas. Por ejemplo, podemos plantearnos el interrogante de si la lengua española es sexista o no ¿alguna vez te lo preguntaste?
Al comienzo nadie lo hace, solo repite palabras, expresiones y frases porque las escuchamos de otros o porque nos lo enseñan en la escuela, pero detrás de todo ese sistema que lleva más de mil años formando y deformándose hay una intención que no es casual: la ciencia demuestra que poner la terminología masculina por encima de la femenina legitima la superioridad del hombre por sobre la mujer.
Hay cosas que no cambian
“Los declaro marido y mujer” … ¿y por qué no mujer y marido? o “El hombre es historia”, usando la palabra hombre como sinónimo de la raza humana. Expresiones como estas hay cientos, miles, que escuchamos y repetimos y que probablemente jamás nos detuvimos a reflexionar.
¿Es correcto seguir expresándose así en el siglo XXI o ya sería tiempo de buscar otras alternativas, otras formas de expresarnos? De ahí deviene una gran pregunta ¿es posible modificar la forma en que hablamos? ¿pueden millones de personas en todo el mundo cambiar la forma de expresarse?
La búsqueda de respuesta a estas preguntas impulsó la investigación de personas en distintas partes del mundo. Entre estas personas se encuentra María José Olguín, politóloga y ex docente auxiliar egresada de la UBA, especializada en investigación de género, TICS y lenguaje no sexista, quien publicó “El Sexismo lingüístico, visibilidad de las mujeres y polémicas en torno a los usos del habla”, el cual define como: “Un trabajo que aborda la disputa por el poder en cuanto a las alternativas de redacción no sexistas, la defensa que la Real Academia Española (RAE) hace del statu quo, y cómo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) se volvieron un soporte indispensable para la difusión”.
Disputa de poder: El abordaje de esta problemática no es algo meramente técnico, sino que también es algo social, político e ideológico, puesto que “quien controla el lenguaje también controla la realidad”. Al respecto de esto, Olguín sostiene que “la lengua no es un sistema inocente, sino que expresa ideas, valores y convenciones que acepta y reproduce. En consecuencia, la lengua funciona como refuerzo de valores hegemónicos en los cuales la identidad femenina se ve relegada en la masculina”.
La defensa de la RAE: El organismo a cargo de mantener esta asimetría es la Real Academia Española, única autoridad competente para determinar cómo debe hablarse. Es avalada como autoridad lingüística. Respecto al machismo en el habla español, la RAE afirma: “la lengua no es sexista ni discriminatoria, sino que lo son las personas y sociedades que la integran”, mientras que en cuanto a la utilización del término masculino como genérico sostiene que este es “correcto para designar tanto a hombres como mujeres, ya que el género gramatical es un fenómeno netamente lingüístico y arbitrario que no tiene correlato con la realidad”.
"Es sencillo entender la postura que defiende la Real Academia Española si se tiene en cuenta tanto su composición como su historia –argumenta María José Olguin- es una institución fundada hace más de trescientos años y que al día de la fecha cuenta con muy pocas mujeres dentro de su esquema”.

Las nuevas tecnologías expanden el debate. Como mencionamos antes, esta imposición que lleva siglos estableciéndose en nuestra sociedad hispano parlante, encuentra hace décadas una resistencia que se hace cada vez más presente y que demanda un cambio definitivo en la manera de hablar.
“Se puede, y, de hecho se debe, modificar la forma en que se habla español, la batalla por un lenguaje más inclusivo es una parte esencial en la lucha contra el patriarcado. Dentro de la estructura del español hay que prestar especial atención al masculino como falso genérico, donde se naturaliza la superioridad masculina y se invisibiliza a las mujeres en la historia y la cultura, tomando al varón como medida de todas las cosas” afirma la investigadora, quien a su vez apunta contra la RAE y un informe publicado en el 2012 donde argumentan que el lenguaje inclusivo, lejos de solucionar el problema de la invisibilidad, “atenta contra la lengua y es innecesario, dado que el masculino gramatical ya cumple esa función genérica de inclusión”. Remarca que la modificación de la lengua no es una “utopía”, sino más bien una “realidad”. Al respecto, asegura que “las feministas han trabajado arduamente para que los organismos elaboren guías de lenguaje inclusivo” y que al mismo tiempo “las nuevas tecnologías son un soporte indispensable en su la difusión de alternativas no sexistas”.
La lengua española atraviesa procesos de cambios constantes. Esto significaría “otro de esos cambios -subraya la investigadora- y al crear y usar vocablos adecuados le damos existencia a las mujeres y minorías al nombrarlas".


¡El lenguaje inclusivo triunfara! ¿O no?
Si bien los avances en materia legal y social en los últimos años hacen eco de un aparente cambio en materia de lenguaje inclusivo, ha habido en los últimos años un resurgimiento de un discurso patriarcal proveniente del surgimiento de nuevas derechas en América que replantean si se está yendo por buen camino. Estos nuevos discursos retoman ideas de décadas pasadas centrados en la relegación de la mujer, la violencia verbal y la discriminación como manera de imponerse, algo que lejos de repeler a las sociedades, atrae a masas de personas de todas las edades, lo cual pone en duda si es real del cambio que se estaba gestando en materia de inclusión.


En el caso de Argentina, Gabriela Mitidieri y Vanina Escales, en su artículo titulado "Debate II: ¿nuevas? derechas / (anti) feminismos ", se preguntan “¿cómo se pasó del “se va a caer” al “no hay plata”, mientras atraviesan los primeros días del gobierno de extrema derecha en Argentina. Cuestionando, de esta manera, cuán reales son los cambios impulsados por lo movimientos inclusivos en las últimas décadas.
Las investigadoras argumentan que existe una serie de factores responsables del surgimiento de este nuevo discurso violento: “años de estancamiento económico y una crisis de representación” generaron un malestar que fue “capitalizado por la nueva ultraderecha".
Emplean el término “economía política del supremacismo” para caracterizar a este suceso que viene a desarmar a “la interdependencia, la igualdad radical y la colectividad que los feminismos pusieron en el centro del debate”, para en su lugar promover “la competencia, el individualismo extremo, el supremacismo” y lograr así borrar la conciencia sobre el bien común e imponer un pensamiento individual que pregone sobre la vida en parámetros económicos.
Las autoras sostienen que esta es una guerra que los nuevos feminismos deben afrontar, pero no de la forma en que se hizo hasta ahora, sino más bien buscando maneras de hacer real “la utopía del feminismo” en donde se esté libre de autoritarismos. Esto requiere hacer un poco de mea culpa sobre cómo el movimiento femenino ha dejado afuera a gente que defendía las mismas nociones, pero de otras maneras, y encontrar a futuro formas de gobierno donde sea la “inteligencia colectiva” la que de respuestas.
Es elemental entender que la promoción del lenguaje inclusivo, concebido en su origen como una herramienta de transformación y visibilización, no logra contener ni revertir el avance de nuevos discursos de violencia que se camuflan detrás de la fragmentación del presente. Sin embargo, este aparente fracaso no debe leerse como una derrota definitiva. En cada intento de nombrar lo que aún no tiene nombre, en cada gesto que desafía la norma, persiste una voluntad de cambio que no se extingue. El futuro sigue siendo un terreno abierto, y es allí donde la creatividad política, el diálogo intergeneracional y la reapropiación crítica del lenguaje pueden transformar la realidad. Porque, aunque el lenguaje no lo sea todo, sin él no hay nada.
Fuentes: investigación de María José Olguín https://www.academia.edu/15285919/El_sexismo_ling%C3%BC%C3%ADstico_visibilidad_de_las_mujeres_y_pol%C3%A9micas_en_torno_a_los_usos_del_hablahttps://www.academia.edu/15285919/El_sexismo_ling%C3%BC%C3%ADstico_visibilidad_de_las_mujeres_y_pol%C3%A9micas_en_torno_a_los_usos_del_habla






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