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HUELLAS EN LA ARENA

  • Foto del escritor: Mariela Paz
    Mariela Paz
  • 26 nov
  • 4 Min. de lectura

Mientras el aumento del nivel del mar amenaza nuestras costas, una arqueóloga argentina estudia cómo un fenómeno similar transformó Tierra del Fuego hace más de ocho mil años.

 

La costa atlántica, destino turístico favorito de muchos, rodeada de gente, sombrillas y baldecitos de arena, tiene hoy una nueva realidad; las playas retroceden, los acantilados se derrumban y el mar parece reclamar lo que alguna vez fue suyo. ¿Qué pasaría si dentro de mil años alguien excavara bajo la arena de nuestras playas para descubrir cómo vivíamos? Tal vez encontraría restos de una civilización que vio el mar avanzar sin poder detenerlo. Sin embargo, no es la primera vez que esto pasa.



La arqueóloga e investigadora del CONICET, María Paz Martinoli, estudia desde el extremo sur del continente cómo el mar transformó el paisaje de Tierra del Fuego y la vida de sus primeros habitantes. “Comprender cómo se adaptaron las comunidades antiguas a esos cambios nos ayuda a pensar los desafíos ambientales actuales”, explica Martinoli.

 

Rastros del poblamiento más austral


El interés de la arqueóloga se concentra en comprender cómo los primeros grupos humanos enfrentaron los cambios que transformaron el extremo austral del continente. Su estudio Colonización humana de Tierra del Fuego aborda las huellas que dejó el mar sobre el territorio fueguino antes de alcanzar su nivel actual.


Hace más de ocho mil años, durante el Holoceno, un fenómeno natural conocido como la gran transgresión marina, cubrió parte de lo que hoy es Tierra del Fuego. En ese paisaje alterado, los primeros grupos humanos tuvieron que adaptarse o desaparecer.


La científica señala que a diferencia del avance actual del mar en la costa atlántica, “fenómeno impulsado principalmente por el calentamiento global que generan las actividades humanas”, la máxima transgresión marina del Holoceno “fue un proceso natural, ocurrido de manera lenta a lo largo de unos veinte mil años”.

Sin embargo, aunque las causas sean distintas, el resultado se repite porque hay una población que podría dejar de ver la costa tal como la conocía.


Trabajo de campo en Tierra del Fuego. Foto: Francisco Zangrando / CADIC-CONICET.
Trabajo de campo en Tierra del Fuego. Foto: Francisco Zangrando / CADIC-CONICET.

“Desde que estaba en la universidad, uno de los temas que más me gustaba, que más me llamaba la atención, era el poblamiento de América y Tierra del Fuego en ese sentido; es muy interesante porque fue el último punto colonizado, si hacemos un mapa de la dispersión humana”, subraya la investigadora.


Por otro lado, destaca que las evidencias que se encuentren en la costa sur son “muy importantes para entender cómo fue ese ritmo de poblamiento”.


Según la especialista Tierra del Fuego siempre fue un lugar “muy llamativo en términos arqueológicos” porque ya desde fines del siglo XIX, había mucha información sobre los pueblos originarios, muchas fuentes escritas, incluso hasta había pasado Darwin por ahí, en su viaje con Fitz Roy, en el que escribió El origen de las especies.

En el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET) de Ushuaia, el equipo que integra Martinoli trabaja sobre sitios como Imiwaia I y Binushmuka, donde hallaron instrumentos de piedra, restos de fauna y estructuras de combustión que revelan ocupaciones humanas de al menos 8.600 años.


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Mapa de la Bahia de Cambaceres interior, donde se ubican los sitios arqueologicos Imiwaia I y Binushmuka I


Los fechados radiocarbónicos, es decir, las mediciones que determinan la edad del material orgánico encontrado, confirmaron la antigüedad de esas ocupaciones. “Estos lugares permiten reconstruir cómo vivían, qué comían y qué estrategias desarrollaban para adaptarse al entorno”.

 

El mar como archivo del tiempo


“Son contextos difíciles de estudiar porque hace alrededor de veinticinco mil años tuvimos un proceso que se llama el Último Máximo Glacial -indica la investigadora- que afectó a toda América y fue el punto en el que hubo más hielo en todo el mundo en el último periodo”. Por este motivo, los espacios costeros actuales no son los mismos que existieron hace veinticinco mil años: “Entonces el estudio del poblamiento de América tiene este plus, esta complejidad: es muy posible que muchos de los sitios hoy estén bajo el agua”, agrega.


La línea de investigación tiene dos puntos: gran parte del territorio de Tierra del Fuego puede estar bajo el agua o puede estar muchos kilómetros adentro de lo que son actualmente las líneas de costa. Por este motivo, la búsqueda de este tipo de sitios implica trabajar de manera interdisciplinaria con equipos de geólogos, ecólogos, buzos y diferentes áreas, para poder complementarse y reconstruir cómo eran los paisajes en el pasado.

 

Cómo se investiga bajo el agua sin sumergirse


Además de las excavaciones en superficie, el equipo amplía la investigación hacia el paisaje submarino del Canal Beagle para comprender cómo era el entorno antes de la transgresión marina. “Algo que se usa también en diferentes ciencias es un especie de taladro gigante, que se manda para abajo, como si fuese un sacabocado, adentrándose muchos metros y extrayendo una cosa que se llama testigo. Así se saca un testeo del fondo del mar”, detalla Martinoli.


En este momento, la arqueóloga trabaja en la medición de la profundidad del canal y la distribución de sus plantas, junto con la Armada, para ver cómo es el paisaje submarino del Canal Beagle. “Estamos ahora con un proyecto muy interesante -comenta- y cuando este tipo de proyectos empieza a crecer, tenés que asociarte con otras instituciones”. Este tipo de estudios permiten reconstruir cómo se formó el fondo marino y determinar si bajo el agua existen antiguos espacios de tierra que pudieron haber sido habitados.


Según la científica entender cómo es el paisaje submarino no solo les sirve a oceanógrafos, geólogos y biólogos, sino también a los arqueólogos, para poder "reconstruir cómo es ese paisaje, cómo se formó, o si es posible que ahí haya habido ocupaciones humanas”.

 

Sobre los desafíos pendientes, Martinoli aclara: “Es interesante averiguar de dónde vinieron, porque pueden haber lugares donde todavía no buscamos”, Además, comenta que  deben seguir trabajando en descubrir sitios más antiguos. El equipo busca ampliar el mapa del poblamiento más austral del continente y comprender cómo las transformaciones del mar influyeron en la historia humana.


La arqueología en el extremo sur permite entender que las transformaciones del paisaje -como sucede hoy en nuestras costas con el avance del mar- no son nuevas, aunque sí lo es la velocidad con que están sucediendo.


 

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