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INCEL: ¿QUÉ SIGNIFICA SER HOMBRE?

  • Azul Luque
  • 18 nov
  • 7 Min. de lectura

Internet enfrenta dos visiones de la masculinidad: la radicalización incel y las nuevas corrientes que promueven empatía e igualdad.


En los últimos años, el término “célibe involuntario” o mas conocido como “incel” se convirtió en un fenómeno global dentro de las comunidades digitales. Allí, miles de jóvenes varones comparten frustraciones y discursos de odio hacia las mujeres. Según ONU Mujeres, esta radicalización digital se vincula con la reproducción de estereotipos de poder y la falta de educación emocional. Frente a esa tendencia, emergen propuestas de nuevas masculinidades que invitan a repensar el rol del varón en una sociedad más igualitaria.


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Personajes que reflejan el contraste entre la masculinidad tradicional y las nuevas masculinidades, como Otis y Adam en Sex Education o Harry y Charlie en Heartstopper


Series como Euphoria, Sex Education o Adolescencia de Netflix reflejan los dilemas que viven muchos jóvenes hoy. Los personajes masculinos transitan entre la presión por mostrarse fuertes y la búsqueda de una identidad más libre. En la vida real, esas tensiones encuentran eco en comunidades virtuales como la de los incels, donde el rechazo y la frustración se transforman en enojo colectivo.


Investigaciones recientes sobre “Reddit” muestran que sus foros incel funcionan como cámaras de eco, donde la frustración se valida y amplifica. Allí, los algoritmos priorizan las publicaciones más agresivas, reforzando la identidad grupal basada en el resentimiento. Además, la ironía y el humor negro funcionan como códigos internos que naturalizan la violencia, de modo que la comunidad se cohesiona no por afinidad, sino por oposición al otro.


Un estudio llevado a cabo en 2022 detectó que uno de estos foros tenía más de 17.000 miembros y 2,6 millones de visitas mensuales, con publicaciones sobre cuestiones como por ejemplo violaciónes que surgian cada 29 minutos y un 16 % de mensajes misóginos. Esto muestra que, aunque parecía marginal, la comunidad tenía un alcance amplio y creciente. 

Ese refugio digital y el poder de los algoritmos no solo amplifican la frustración, sino que también abren paso a la influencia de ciertos creadores. Los influencers difunden la ideología incel en redes y atraen a jóvenes con mensajes de “automejoramiento”, mientras promueven una idea distorsionada de la masculinidad y refuerzan el resentimiento hacia las mujeres, lo que facilita que la comunidad crezca y se radicalice en el mundo digital.


Según el sociólogo Claudio Robles, la cultura digital no solo reproduce modelos de masculinidad, sino que los convierte en un espectáculo de validación constante. En redes donde todo se mide en vistas y reacciones, muchos varones sienten que deben actuar su identidad para ser reconocidos. Esa presión por mostrarse exitosos o deseables genera frustración cuando la realidad no coincide con la imagen proyectada.


Robles advierte que esta teatralización del ser varón limita la posibilidad de mostrarse vulnerable y profundiza el malestar emocional. En ese escenario, la imposibilidad de sostener el ideal digital abre el camino a comunidades donde la bronca y el resentimiento encuentran refugio. Así, el modelo de masculinidad mediada por pantallas se vuelve una trampa que confunde exposición con valor.


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De un proyecto de apoyo a un fenómeno global

Este movimiento comenzó en 1997, cuando Alana, de Toronto (EEUU), creó el “Proyecto de Celibato Involuntario” como un espacio de apoyo para quienes tenían dificultades para relacionarse y con el tiempo, el término se abrevió a “incel” y la comunidad creció, aunque décadas después algunos miembros radicalizaron estos foros, transformando la intención inicial en un entorno de odio y misoginia que hoy se refleja en comunidades digitales globales. 


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Los incels, estos hombres hombres que se autodenominan a sí mismos como “célibes involuntarios”, conforman una subcultura digital que mezcla resentimiento, bronca y victimización. Para la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), estos espacios expresan “una forma de violencia de género digital que refuerza jerarquías y normaliza el acoso”.


Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), tan sólo en el año 2021, el 70.1% de las mujeres de 15 años o más fue víctima de al menos un incidente violento a lo largo de sus vidas a causa de estos foros. Esto, incluye agresiones psicológicas, económicas, físicas, sexuales, entre otro tipo de manifestaciones. 

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Existen casos reales que muestran el peligro de esta subcultura cuando la frustración y el resentimiento traspasan la pantalla. Elliot Rodger, de 22 años, fue en 2014 autor de la masacre de Isla Vista, California, dejando siete muertos y varios heridos antes de suicidarse, justificando su ataque en un manifiesto contra quienes percibía responsables de su frustración romántica y sexual. 


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Según Sandra Robledo, investigadora de la UNLaM, “la cultura digital atraviesa todo y redefine lo que significa ser varón siendo este un ida y vuelta constante donde por un lado, circulan discursos sobre cuidado e igualdad y por otro, las redes siguen empujando a la fuerza y la exhibición”. La especialista subraya que la identidad masculina “se hace muy pública y siempre está bajo mirada”, lo que explica por qué tantos jóvenes se sienten observados o presionados a cumplir con un modelo imposible.


Lo inquietante de los incels es que su furia parece el espejo roto de una sociedad que los creó


El refugio del anonimato y el poder del algoritmo

El anonimato en estos foros permite que los usuarios construyan identidades basadas en el desprecio hacia las mujeres y la idea de ser víctimas del feminismo o de la “hipergamia”, el supuesto deseo femenino por hombres dominantes. Según la UNESCO, los algoritmos amplifican esta radicalización al recomendar contenido similar, creando burbujas de pensamiento que refuerzan estas creencias.


Robledo advierte que “quienes no llegan a esos ideales sufren: baja autoestima, frustración, ansiedad. Puede generar aislamiento o estrategias compensatorias, como hiperactividad o consumo problemático”. A su juicio, estos espacios funcionan como “una pertenencia desde el malestar”: ofrecen contención, aunque desde perspectivas dañinas que terminan legitimando violencia simbólica y discursos de odio.


Plataformas como Reddit, Discord y Telegram alojan comunidades donde se glorifica la violencia y se difunden discursos de odio. Para Amnistía Internacional, este fenómeno “ya tuvo consecuencias reales, desde campañas de acoso masivo hasta ataques violentos inspirados en ideologías incel”.



Educación, redes y prevención

Mientras tanto, en las redes sociales también crecen proyectos que buscan desarmar los mandatos tradicionales. Activistas, influencers y colectivos como los Varones Antipatriarcales” impulsan campañas para promover la corresponsabilidad en las tareas domésticas, la salud emocional y el cuidado mutuo.


El psicólogo Fernando Poeta sostiene en su charla TED sobre “Construyendo nuevas masculinidades” que “deconstruirse no significa perder identidad, sino liberarse del mandato de ser invulnerable”. Sus palabras resumen el espíritu de una corriente que intenta transformar el modelo del “hombre fuerte” por uno más empático y consciente.


De acuerdo con el Instituto de Inclusivo de Genero Igualitario (EIGE), los modelos tradicionales afectan tanto a mujeres como a hombres ya que limitan la expresión emocional, aumentan la soledad y generan frustración. A juicio del organismo, redefinir la masculinidad “es una cuestión de salud pública y bienestar colectivo”, convirtiéndose en una problemática grave e importante de ser llevada a cabo.


Robledo coincide en que “la salud mental atraviesa la posibilidad de cuestionar mandatos y construir otras formas de ser varón” y explica que la cultura digital “instala la lógica del rendimiento constante: productividad, exhibición y comparación permanente”. En ese marco, la idea de éxito masculino se confunde con visibilidad y competencia, dejando poco lugar para la vulnerabilidad o el cuidado.


Medios como Anfibia o LatFem analizan cómo los influencers que promueven discursos machistas se enfrentan a otros que defienden masculinidades inclusivas. En tanto que podcasts como“TanGente” o el documental de CNN “La nueva masculinidad: un concepto más allá de la estética” abren espacios de diálogo y reflexión entre jóvenes que buscan alejarse de la violencia simbólica.


Según la UNESCO, enseñar a trabajar el pensamiento crítico y llevar a cabo una alfabetización digital es clave para evitar la radicalización. Sus programas de “transformación de mentalidades” proponen incorporar la educación emocional en las aulas y generar campañas que ayuden a identificar discursos de odio en línea.


En ese sentido, Robledo afirma que “la educación puede intervenir a través de alfabetización digital crítica, educación emocional y espacios de reflexión sobre género”. Para la investigadora, el desafío es “crear escuelas y comunidades donde los varones puedan mostrar vulnerabilidad sin miedo al juicio”.



Desafíos y caminos posibles

La masculinidad, entonces, se encuentra en disputa. Entre el aislamiento de los foros incel y las voces que proponen empatía y cuidado, los jóvenes navegan un océano digital que puede aislar o conectar, tal así como señala el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), “la transformación comienza cuando los varones se reconocen parte del cambio y no del problema”.


Estudios recientes muestran que muchos jóvenes incel enfrentan ansiedad, depresión y aislamiento. Según PMC, “la mayoría sufre problemas de bienestar relacional y social” al buscar contención en foros que refuerzan el odio. El dato revela la urgencia de políticas que integren salud mental, educación y acompañamiento comunitario.


Desde la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), especialistas advierten que el auge de estos grupos responde a la frustración y a la falta de referentes masculinos positivos, lo que los lleva a proponer crear espacios más seguros y programas escolares que ayuden a los varones a expresar su malestar sin violencia, para contrarrestar el aislamiento que imponen las redes. En esa línea, Claudio Robles, investigador de la Universidad de La Matanza y autor de “la convivencia entre la masculinidad hegemonica y las nuevas masculinidades ¿es posible el ejercicio de una masculinidad antripatriarcal?”, explica que los varones jóvenes crecen entre mandatos opuestos. Por un lado, se les exige fortaleza y éxito; por otro, empatía y sensibilidad. Esa tensión se amplifica en redes donde la validación y la competencia generan frustración y pueden derivar en refugios dañinos como los foros incel.


Robles advierte que la masculinidad actual “se construye en un terreno inestable, donde lo emocional y lo digital se mezclan sin límites claros”, y es allí donde propone crear referentes y políticas que promuevan modelos más humanos y cooperativos. “Repensar qué significa ser varón -sostiene el investigador- no implica renunciar a la identidad, sino ampliarla hacia formas más libres y empáticas.”


Esa mirada se complementa con un trabajo que también debe comenzar en casa, donde las familias tienen un papel clave al acompañar a los adolescentes, especialmente varones, en su vínculo con las redes. Promover el diálogo, reconocer señales de malestar y hablar sobre emociones son gestos simples pero transformadores, ya que con un acompañamiento cotidiano y empático es posible prevenir que la frustración derive en violencia.


Superar la cultura incel y los mandatos rígidos de la masculinidad exige transformar tanto la sociedad como los espacios digitales, construyendo referentes que enseñen que la fuerza no está en dominar ni en acumular resentimiento, sino en la capacidad de empatizar, cuidar y crecer juntos, mostrando que existe otra forma de ser varón.


Si te interesa el tema y querés saber más ¡te recomendamos este podcast!


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