LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA DE LAS NUEVAS GENERACIONES
- Micaela Nayar
- 25 nov
- 6 Min. de lectura
¿Imaginá que salís de tu casa y te encontrás con las calles sin gente, casas abandonadas, plazas sin niños con sus hamacas balanceándose solas por el viento? Este escenario casi apocalíptico no es una postal inventada, sino una imagen posible en un futuro no tan lejano.

En la última década, la natalidad en Argentina cayó más de un 40 %.
Detrás de esa cifra hay una generación que rompió con muchos mandatos sociales. Entre el reloj biológico y el reloj social, entre la economía y el deseo, hay una nueva visión sobre la maternidad, la paternidad y la idea de familia, que sufrió una transformación a lo largo de los años.
A diferencia de los titulares alarmistas, la caída de la natalidad no necesariamente anuncia un colapso, sino que refleja un cambio en las decisiones de vida de las nuevas generaciones. El demógrafo del CONICET Enrique Peláez define este fenómeno como una "transición demográfica acompañada de una revolución cultural". Esta revolución hace que ser madre o padre ya no sea un sinónimo de éxito o de deber cumplido.
El bono demográfico: oportunidad y desafíos en Argentina
Cuando se habla de bono demográfico, se hace referencia a una situación poblacional que experimentan la mayoría de los países, vinculado al índice de dependencia potencial, el cual mide la carga de dependencia económica de la población, entre personas inactivas (menores de 15 años y mayores de 65), y personas activas.

Pelaez explica que el bono ocurre cuando la natalidad comienza a caer y la pirámide de población se concentra en las edades activas, mientras que la población de personas mayores todavía no crece significativamente. Visualmente, esto se asemeja a una pirámide que parece tener una "pancita", lo que indica que la población está inflada en las edades activas.
Según el investigador, Argentina se encuentra atravesando el bono demográfico y considera que es una “situación para aprovechar” En este sentido, el índice de dependencia potencial viene disminuyendo desde las últimas tres décadas, por lo que descendió del 65.1 en 1991 al 51.2 en 2022. En 2025 es de 47.64 personas dependientes por cada 100 activas. El investigador estima que esta fase del bono demográfico en Argentina "seguiría por lo menos unos quince, o veinte años más".

Cuanto mayor es el índice, también lo es el número de personas que dependen de un individuo en edad activa. Si bien este índice es menor que hace 34 años, la disminución se ve reflejada en el rango de personas que va de los 0 a los 14 años, es decir, las generaciones que a futuro serán activas. A su vez, hay un aumento de los +65, dato que se traduce en una suba del Índice de Envejecimiento, que pasó de 27 a 60.55 sobre 100 habitantes activos en 2025.

Por su parte, se presenta un aumento de la esperanza de vida que alcanzó los 72.8 años, cuestión que puede ser considerada como un cambio positivo para la sociedad, según el experto.
A pesar de ser una "ventana de oportunidad", el bono demográfico conlleva serios peligros. “Si la economía no acompaña, a lo mejor esa gran cantidad de personas en edades activas pueden ir al empleo informal o al desempleo, o tienen que emigrar porque no tienen oportunidades. La economía tiene que acompañar a esa situación particular demográfica”, explica.
La revolución cultural y la hegemonía de lo individual
La caída de la fecundidad es un fenómeno mundial con múltiples causas. Para Pelaez, una de ellas se relaciona con la "segunda transición demográfica", un proceso donde las nuevas generaciones experimentan menos mandatos sociales y priorizan los proyectos individuales.
Esta priorización de actividades, como estudiar, viajar, divertirse o tener más tiempo libre, está relacionada al mayor empoderamiento de la mujer y su participación en la economía formal. La decisión de tener hijos se vuelve más compleja, ya que, a diferencia de un trabajo o una pareja que se pueden cambiar, tener un hijo es "para toda la vida".
Aunque las cuestiones económicas influyen, especialmente en contextos de inestabilidad y deterioro del empleo, donde las familias deciden postergar o reducir la decisión de tener hijos, lo económico no es considerado el factor principal porque se observa incluso en países desarrollados, sin crisis económica.
El referente del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS) introduce un factor clave relacionado con el aspecto cultural: la hegemonía. Así, la aceleración en la caída de la fecundidad se masificó con el uso de smartphones y redes sociales, a partir de 2014. El uso casi universal de redes sociales genera una especie de "hegemonía cultural que ensalza los proyectos individuales".
El demógrafo sostiene que en estas plataformas, la gente tiende a subir momentos felices, viajes o logros, pero raramente situaciones que recurren a un esfuerzo, como "levantarse a la noche a calmar a un niño llorando, o cambiar un pañal".
En este contexto de cambio de prioridades y valores, la baja de la natalidad refleja un aumento en la autonomía personal, el acceso a la educación, y los derechos reproductivos de las mujeres, permitiendo decidir cuándo, cómo y con quién formar una familia.
De hecho, la disminución de la fecundidad se acentúa a medida que aumenta el estrato social y el nivel educativo. Los datos de los censos de 2022 acreditan que a mayor nivel educativo de las mujeres, menor es la cantidad de hijos.
Quizás la respuesta esté más allá de la biología y la economía. En Argentina, donde el promedio de hijos por mujer cayó de 2,3 en 2010 a 1,4 en 2023, se puede observar cómo la familia tradicional ya no es el único modelo posible o al que todos aspiran.
Hacia una nueva definición de familia
Las nuevas generaciones toman la palabra familia ya no como un modelo único, ni una estructura rígida, sino como un concepto en constante movimiento. En Argentina, esa transformación se evidencia tanto en las cifras como en los relatos cotidianos. Según el Informe Familia Argentina 2025 de la Universidad Austral, el tamaño promedio de los hogares se redujo de 3,6 personas en 1991 a 2,9 en 2022.

Al respecto, la socióloga Luisa Ariza explica que el concepto de familia está dejando de basarse exclusivamente en la reproducción biológica para anclarse en los cuidados, el afecto y la responsabilidad mutua. Ariza sostiene que “las familias hoy se definen menos por la sangre que por los lazos que se eligen”. Esta redefinición del parentesco también desmonta la presión social sobre las mujeres hacia la maternidad. Y la pregunta de “para cuando el hijo?” comienza a perder peso.
En este sentido, los nuevos modelos familiares representan una especie de expansión en los valores. Comienza a haber familias sin hijos, parejas del mismo sexo, hogares de una sola persona que toman a sus mascotas como hijos.
Como sintetiza la socióloga Marina Larrondo: “La verdadera crisis no es la de la natalidad, sino la de nuestras ideas viejas sobre lo que significa cuidar y pertenecer.” Y quizás la clave esté en entender que el desafío del siglo XXI podría ser encontrar la forma de incorporar y afrontar el futuro con un nuevo modelo de sociedad.
Fuentes:
Por Lorena Bolzón, Dolores Dimier de Vicente y María sol Gonzalez





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