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MELODÍAS QUE CUIDAN

  • Joaquin Ibáñez
  • 25 nov
  • 3 Min. de lectura

La Musicoterapia tiene potencial en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheirmer y el Parkinson. Una especialista analiza cómo la música puede estimular el cerebro, la memoria y las emociones. En nuestro país, se estima que más de 300.000 personas viven con algún tipo de demencia, de las cuales el 70 % corresponde al Alzheimer. Si se consideran los casos no diagnosticados, la cifra podría alcanzar el medio millón. El dato se enmarca en un contexto de envejecimiento acelerado: el 12 % de los argentinos tiene más de 65 años, una de las tasas más altas de América Latina.

El Parkinson, por su parte, afecta a unas 100.000 personas. Aunque se asocia principalmente con los temblores y la rigidez muscular, también puede provocar alteraciones cognitivas, trastornos del sueño y cambios en el ánimo. Su prevalencia ronda el 1 % entre los mayores de 60 años, lo que representa una carga creciente para el sistema de salud y los cuidadores.

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Ante este panorama, surgen alternativas complementarias cada vez más respaldadas por la ciencia. La musicoterapia se destaca como una de ellas: una intervención no convencional que puede ayudar a mantener la mente activa, mejorar la comunicación y reconectar circuitos neuronales, incluso en etapas avanzadas de la enfermedad. En el cruce entre la ciencia y el arte, Verónika Díaz Abrahan encontró su lenguaje. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), docente universitaria, doctora en Neurociencias y licenciada en Musicoterapia porla la Universidad de Buenos Aires, su trabajo se centra en comprender cómo la música puede transformar el cerebro, la memoria y las emociones.

Veronika Diaz Abrahan, Doctora en Neurociencias y Licenciada en Musicoterapia
Veronika Diaz Abrahan, Doctora en Neurociencias y Licenciada en Musicoterapia

Desde hace años integra equipos del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi-CONICET / UNC), donde estudia los correlatos neurocognitivos de la experiencia musical.

“Hay ciertos enfoques de musicoterapia que se basan en el uso de la música y sus elementos, y en los efectos que la música tiene sobre el sistema nervioso. Es decir, en entender específicamente cuáles son los correlatos neuroanatómicos y cognitivos de la música”, destaca la doctora Díaz Abrahan al precisar que la clave está en comprender cómo responde el cerebro ante los estímulos musicales.

Cuando una persona escucha, produce o se vincula con la música, se activan diversas áreas cerebrales: memoria, lenguaje, atención, emoción y movimiento.  Ese conocimiento, generado por las neurociencias, se traduce en herramientas terapéuticas que permiten estimular y rehabilitar funciones cognitivas afectadas.

La doctora lo resume con claridad: “Las actividades musicales implican una gran activación de diferentes áreas de nuestro cerebro. Eso permite pensar a las intervenciones musicales como caminos neurocognitivos alternativos para trabajar funciones que presentan problemas en estas enfermedades”.

Tommy Caggiani es baterista, percusionista, compositor y musicoterapeuta. Ejerce como profesor en el Conservatorio Superior de Música de Navarra desde 2003.

En el caso del Parkinson, el foco está en lo motor: la marcha, el equilibrio, la coordinación. La música —especialmente los ritmos regulares y predecibles— puede sincronizar los movimientos y mejorar el control del cuerpo.

En el caso del Alzheimer, el trabajo se orienta a la memoria y la conexión emocional.

“A través de la música y de las intervenciones basadas en ella, se estimula la memoria utilizando los mecanismos compensatorios que el cerebro activa cuando se vincula con lo musical”, agrega Díaz Abrahan.

No se trata solo de escuchar. Cantar, tocar instrumentos, improvisar o moverse al ritmo de la música ayudan —según la investigadora— a reconectar circuitos neuronales y mantener la mente activa, incluso en etapas avanzadas de la enfermedad.

Fuente: UNIR Perú
Fuente: UNIR Perú

Tanto el Parkinson como el Alzheimer son patologías de origen complejo y multifactorial. “Lo que hoy se sabe es parcial. Todavía queda mucho por investigar para entender por qué se producen y cómo prevenirlas”, destaca la investigadora.

Para Diaz Abrahan no existe una terapia más efectiva que otra en términos absolutos. La clave, dice, está en combinar estrategias: medicamentos, fisioterapia, estimulación cognitiva, acompañamiento psicológico y, por supuesto, intervenciones basadas en la música.

“Ninguna propuesta terapéutica garantiza la cura —porque aún no existe—, pero sí puede frenar o ralentizar el avance y, sobre todo, mejorar la calidad de vida”, subraya.

La musicoterapia, en ese sentido, no reemplaza sino que complementa. Ofrece —de acuerdo con Díaz Abrahan— un espacio donde el cuerpo, la emoción y la memoria se integran, y donde el paciente deja de ser solo receptor de cuidados para convertirse en protagonista activo de su rehabilitación.

La especialista insiste: el poder de la música "no es mágico", sino "neurocientífico y humano". Cada nota activa redes cerebrales que permanecen vivas, incluso cuando otras funciones declinan. En ese sentido, la música se vuelve un puente: une pasado y presente, conecta emoción con memoria, y devuelve, aunque sea por instantes, una sensación de continuidad y de identidad.

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