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MÁS ALLÁ DE LA CONSULTA

  • Valentina Gasparetto
  • 25 nov
  • 5 Min. de lectura

Una investigación del Hospital San Roque de La Plata releva las experiencias de personas LGBTIQ+ en el sistema de salud y destaca al Programa Lohana Berkins como un modelo posible de atención respetuosa.


Estoy sentada en la sala de espera del hospital. Hace más de una hora que espero a que me llamen. Miro el celular, lo dejo, observo a mi alrededor: todos parecen cansados, fastidiados. Nadie disfruta de ir al médico.


Finalmente, escucho mi nombre. Entro, hablo unos minutos con la doctora, me entrega una orden para estudios y salgo. En diez minutos terminó mi consulta.


Tan simple como eso.


Pero, ¿qué pasa cuando esa misma experiencia deja de ser simple? ¿Cómo se vive una visita al consultorio cuando cada palabra, cada mirada o cada formulario puede poner en duda tu identidad? Para muchas personas trans y de la comunidad LGBTIQ+ ir al médico no es una rutina: es un acto de coraje.


Imagino la misma sala de espera, pero esta vez alguien entra con miedo, miedo a que no le llamen por su nombre, miedo a tener que explicar su propia identidad, miedo a tener que explicar una vez más quién es. Esto es la realidad para muchas personas de la comunidad y el estudio sobre las significaciones sobre la salud mental en personas que utilizaron el programa “Lohana Berkins” en el hospital “San Roque”, lo demuestra. 


Servicio de Área Programática y Redes en Salud - HIGA SAN ROQUE GONNET
Servicio de Área Programática y Redes en Salud - HIGA SAN ROQUE GONNET


En el hospital San Roque de Gonnet, un grupo de investigadores se propuso escuchar estas historias. Fueron más allá de las estadísticas, de los números, decidieron ponerle voz a esta problemática. Durante el estudio, seis personas de la comunidad LGBTIQ+ contaron cómo viven su salud mental, qué sienten cuando buscan atención médica y qué miedos enfrentan. “Antes de ir al hospital tengo que prepararme mentalmente”, dijo une de les entrevistades, y agregó, “ensayo que decir”.


Esta frase demuestra algo que va más allá de la consulta en sí misma, habla de una espera emocional, de una tensión que empieza mucho antes de entrar al consultorio. De una prueba que tienen que atravesar.


El respeto por el nombre, los pronombres y el trato son cuestiones que todavía no están garantizadas para elles en el sistema de salud de nuestro país. 

Las entrevistas se realizaron entre 2023 y 2024 a personas de una edad promedio de 32 años. Les entrevistades habían utilizado el programa Lohana Berkins, un dispositivo público que ofrece atención integral en salud. Se trató de una investigación cualitativa que buscó comprender las perspectivas de estas personas, sus emociones y experiencias.


Las conversaciones que realizaron los investigadores no siguieron un guión, si no que poco a poco, mediante entrevistas en profundidad, se abordaron los 5 ejes a explorar:



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Transición de género y vínculos  



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En este primer eje, los investigadores observaron que los tiempo de afirmación de la identidad de género son distintos para cada persona y que, ya sea que se de en la adultez o la niñez, siempre se presenta con un mismo desafío: entornos que no siempre acompañan.

Algunos relatos destacan el apoyo familiar, madres que defienden los pronombres de sus hijes frente a profesionales de la salud o amigos que acompañan cada paso, mientras que otres hablan de la soledad y el rechazo.

“La familia es la institución que primero nos recibe, pero también la que primero nos rechaza”, dijo une de les entrevistades.

El estudio confirma que el contexto familiar y social son determinantes para la salud mental. Mientras que el acompañamiento sostiene, el rechazo enferma. 


Sistema de salud 



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El segundo eje muestra que la atención médica sigue siendo un espacio hostil para gran parte de la comunidad LGBTIQ+. Muches valoraron el avance en la accesibilidad pero la investigación evidencia barreras que aun persisten: falta de formación del personal, desconocimiento sobre tratamientos específicos y discriminación.

Según el informe, “la atención depende muchas veces de cuánto se ajuste el cuerpo a los estereotipos de género”.

Hormonización 



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La hormonización se trata del acceso a tratamientos hormonales, por ejemplo, estrógenos o testosterona, que permiten que el cuerpo acompañe la identidad de género de la persona. Este proceso suele incluir controles médicos, ajustes en las dosis y un seguimiento profesional, porque las hormonas producen cambios corporales y emocionales significativos: en la voz, la distribución de la grasa, la piel, el vello o el estado de ánimo.

El trabajo en este tercer eje expuso este tratamiento hormonal como un proceso íntimo, físico y emocional. El estudio encontró que la desinformación y la ausencia de seguimiento profesional siguen siendo un problema, sobre todo fuera de los programas especializados.

“La hormonización me cambió la manera de sentir, es como una nueva adolescencia”, dijo une participante. 

Pese a esto, también se registraron experiencias de apoyo familiar y comunitario que resultaron decisivas.


Salud mental 



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En todos los relatos, la salud mental -el cuarto eje- ocupó un lugar central. Les participantes hablaron del valor de la psicoterapia, pero también de la necesidad de profesionales empáticos y formados en diversidad.



Algunes destacaron experiencias positivas, otres señalaron que el trato muchas veces se reduce a “entregar pastillas”. Aun así, todos coincidieron en algo: mantener la salud mental requiere trabajo, redes y autocuidado.

“Mantener la salud mental es un trabajo no remunerado”, resumió une de elles. 

Desde hacer música o artes marciales hasta recurrir a plantas medicinales, aparecieron distintas estrategias para sostener el bienestar.


El programa Lohana Berkins 



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El Programa Lohana Berkins del Hospital San Roque fue valorado como un espacio de contención y respeto, un lugar donde la identidad no se pone en duda. En este quinto eje a analizar les usuaries lo compararon con otras instituciones y destacaron las diferencias: allí los equipos interdisciplinarios escuchan, acompañan y respetan los tiempos de cada persona.

“El hospital es uno de los pocos lugares donde sentimos contención”, contó une entrevistades.

Esa percepción se repitió en casi todos los casos y demuestra que las políticas públicas inclusivas no son solo necesarias: funcionan.


Escuchar y resignificar


Vuelvo a estar en aquella sala de espera, veo los cuerpos encorvados, las miradas cansadas, el televisor que nadie mira. Ahora pienso que aquella espera para muches puede ser ese campo de batalla silencioso. Después de conocer los testimonios de los pacientes de la investigación, esta escena se resignifica. Cada puerta que se abre, cada médico que pronuncia un nombre, puede ser una pequeña victoria o una herida más.


Quizás algún día ir al médico vuelva a ser simple para todes. Que no haya que ensayar respuestas, ni prepararse mentalmente, ni armarse de valor para pedir respeto. Mientras tanto, programas como el Lohana Berkins muestran que otra atención es posible: una donde la identidad no sea un obstáculo, sino el punto de partida del cuidado.



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