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NARCOCULTURA, ¿EL CUENTO DE HADAS MODERNO?

  • Foto del escritor: Rocio Achaval
    Rocio Achaval
  • 19 nov 2024
  • 5 Min. de lectura

El cine y las series nos venden una figura enaltecida e idealizada del narcotraficante, retratando su estilo de vida en base a clásicos estereotipos hollywoodenses.



Cuando nos sentamos a ver una película (o una serie) en las diversas plataformas, nos encontramos, durante al menos 1 hora, expuestos a realidades ficticias. La mayoría de las veces, nos compenetramos y creemos ciegamente en lo que sucede en la pantalla.


Desde “Narcos”, hasta “Breaking Bad”, son muchos hoy en día los ejemplos del estereotipo del modo de vida de una persona que se dedica al tráfico ilegal de estupefacientes, siempre asociados a la riqueza.


Vehículos de lujo, mansiones, jets privados, relojes y joyería de oro. Estos estereotipos nacen de películas y series populares, que han contribuido a la creación de mitos en torno a los narcotraficantes, presentando a sus protagonistas como personajes casi heroicos y causando una preocupante romantización de sus figuras.


Es cada vez más común observar cómo se romantiza esta actividad delictiva en las redes y las producciones audiovisuales, obviando su parte negativa. En suerte de idealización de los discursos audiovisuales, al narco se lo representa asociado siempre a una vida ideal, a un “paraíso” económico.




“El estereotipo del narco es un hombre que infunde miedo, prepotente, con mucho poder económico y por eso también con muchas influencias en la política”, asegura Adriana Callegaro, licenciada en Letras, magíster en Análisis del Discurso y profesora e investigadora en la Universidad Nacional de La Matanza.


Callegaro, quien además escribió, junto a un grupo de investigadores el libro titulado “Pensar el Fenómeno Narco”, lo explica así: “El estereotipo presenta una polaridad extrema. Por un lado, el narco es representado como extremadamente frío, cruel, no escatima en actos criminales para lograr mantener su poderío dentro del cartel, pero al mismo tiempo es extremadamente protector, proveedor y carismático en su grupo familiar”.


LOS NARCOS Y EL DISCURSO MACHISTA


Según Callegaro, el “narcomundo” siempre está relacionado con un sistema “esencialmente machista”, que lo que hace es “reproducir en una forma un poco caricaturesca el orden social, instaurado artificialmente sobre la base de esa supuesta superioridad masculina”.


“Desde el ámbito académico sabemos que la narcocultura esconde todos los valores machistas de sometimiento”, pero sin embargo esta figura en términos de “quien cuida, quien sostiene, quién protege, es también un ideal masculino”, advierte la Magister en discurso.



Si algo queda claro en toda serie o película acerca de capos de la droga, es que el hombre es representado como “Páter familia”, por lo que su esposa y sus hijos nunca se meten en sus negocios, disfrutando de esa vida de lujos y de beneficios sin conocer de dónde provienen.


De esta manera, un fuerte estereotipo de las narrativas en torno al narcotráfico también refleja a la mujer como una simple “esposa trofeo”, solo identificadas como novias, esposas, amantes y madres detrás de estos narcos poderosos.


Según Mejías y Latorre, expertas en la personificación de la figura femenina en la narcocultura de la universidad de Salta, las mujeres son usualmente representadas en las narconovelas como “relegadas al ámbito doméstico, cautivas en el rol pasivo de objeto sexual y familiar, siempre dependiente de los hombres”.


Adriana Callegaro explica que la popularidad del narco radica en su origen; al ser personas que proceden de entornos pobres e injustos, “transgreden” el orden social actuando desde la ilegalidad, y de alguna manera “poniendo en evidencia que se mueven en ese mundo de corrupción”.


“Tiene que ver con la fascinación por lo clandestino y la identificación aspiracional con poder llegar a esa vida de lujos, sin hacer hincapié en el riesgo que esto supone”, aclara la Magister en Análisis del discurso.


De esta manera, la figura del narco, “atrae por su misterio, por esa promesa de ascenso económico rápido, por su influencia y su poder, y atrae porque está fuera de la ley y parece que nunca va a ser descubierto, que está totalmente protegido, que tiene cierta impunidad”, argumenta la investigadora.


¿NARCO = LATINO?


Pese a que el tráfico de drogas es un problema a nivel mundial, el término Narco se ha asociado especialmente con la comunidad latina. No hay dudas, de que este fenómeno está relacionado, aunque sea en parte, al estereotipo infundido por la narrativa audiovisual.

“Toda representación asocia siempre al narcotráfico con el latino, como si este no podría ser otra cosa que narcotraficante, y todos los problemas de Latinoamérica se relacionaran con el narco”, reconoce la investigadora de la UNLaM.


Callegaro, en su análisis del discurso del mundo narco, precisa que el narcotraficante es asociado además en el cine con lo “romántico y religioso”.


Según Mariano Ferrari, la música que se utiliza en las narcoseries, fieles al estereotipo de Hollywood del latino, “reproduce clichés de la industria cinematográfica estadounidense”, vinculados a la relación entre el narcotráfico y los/as latinoamericanos/as.


Otro ejemplo de estos clichés es la figura del “Latin Lover” asociada a la tendencia seductora y romántica de la personalidad del latinoamericano en los filmes.


“Resulta particular que en toda serie latina cuyos personajes principales son criminales, la música tenga un carácter más bien romántico”, aclara Ferrari en un trabajo publicado por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata.


Así como la música cobra un papel importante, también la religión es relevante. Los protagonistas narco a menudo se muestran en las películas y series, rezando a los santos y a la Virgen por su bendición y protección, para “lograr éxito” en sus negocios.


Está caracterización añade una capa de complejidad a su imagen, una especie de lucha entre el pecado y la redención, que cautiva más aún al público.



EL ANTIHÉROE


Acompañado de la suba de los números de la pobreza a nivel mundial, las escasas oportunidades empujan a muchos a considerar el crimen como una salida viable. Es justamente en estos sectores pobres, sobre los cuales ejerce mayor tentación el narco. La oferta del narcotráfico se presenta entonces como una alternativa seductora, pero destructiva.


“No hay dudas de que hay un aumento en los números de narcotráfico - alerta Callegaro - y está relacionado con el deseo de ascenso social y económico rápido en épocas de extrema pobreza, y a su vez, con los valores materiales que impone el capitalismo.”


En el cine negro de Hollywood, el narco, al igual que el gánster, es el que está fuera de la ley, el que va en contra del sistema y, paradójicamente, el que genera más simpatía en el espectador. En definitiva, los consumidores de estas series les descubren ciertos valores a los narcos, que tienen que ver con la “solidaridad con el otro”.


“Dentro de lo que es un negocio terriblemente ilegal, la representación del narco demuestra una escala de valores que tiene que ver con la lealtad, de favorecer al más pobre; el narco se acerca a aquel que lo necesita para cambiarle la vida, obviamente a cambio de un total sometimiento a su poder”, aclara Callegaro.


Esta es la figura del narco en el cine, la de un antihéroe, y como cualquier antihéroe, resulta simpático de observar por su público porque corrompe las bases del sistema desde adentro.

Pero la investigadora también advierte: “El atractivo de la libertad, del poder, del dinero narco también tiene su costo y es que justamente están hipotecando muchas veces su destino y su libertad”.


Fuente personal: Adriana Callegaro

Fuentes documentales:


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