NO SOS VOS, SOY YO Y EL SISTEMA CAPITALISTA
- Julián Pereira Linhares
- 29 nov 2023
- 3 Min. de lectura
¿Cuánto de lo que somos, al momento de vincularnos, se fundamenta en los mandatos del sistema que nos estructura? ¿Cómo percibe el psicoanálisis a los vínculos en la dinámica capitalista? ¿Acaso somos todos, cada uno de nosotros, bienes de consumo? ¿Y el amor?

Según múltiples vertientes del psicoanálisis, el sistema capitalista actual se fundamenta en tres aspectos básicos: la sensación esporádica de goce y completud a través del consumo, la mercantilización de todo lo que pueda ser nombrado y la reducción de cada individuo a productor-consumidor.
“Todo orden, todo discurso, que se emparente con el capitalismo deja de lado, amigos míos, lo que llamaremos simplemente las cosas del amor.”
(Del discurso psicoanalítico, Lacan, 1972)
La psicoanalista y docente de psicopatología de la Universidad de Buenos Aires, Daniela Giorgetta, explica que “el discurso capitalista empuja hacia el goce no sólo del consumo de objetos, sino que convierte al sujeto también en un bien de consumo y lo exhibe en una góndola como un objeto consumible que debe adquirir los atributos que la sociedad le demanda para ser vendible”. He aquí la etiqueta de productor-consumidor que cada uno de nosotros adquiere ante la sociedad y al momento de vincularnos. Karl Marx ya había descripto que uno de los rasgos fundamentales del capitalismo es la sustitución del valor de uso por el valor de cambio y esto indudablemente se extiende al campo de las relaciones personales.
De esta manera, los vínculos devienen a una dinámica de mercado y consumo, con características de interés y ausencia de riesgo. Giorgetta, en una de sus publicaciones, vislumbra este accionar de la siguiente manera: “Una joven, refiriéndose al hastío de sus encuentros amorosos, manifiesta: 'tengo que renovar el stock', este dicho deja ver claramente cómo los sujetos devienen objetos de consumo, ¿No es la renovación del stock justamente poner en el lugar vacío que dejó un objeto a otro?”
Por otra parte, pero sin corrernos del eje temático, la psicoanalista y escritora española, Carmen Gallano afirma que “el único destino que nos asigna el dominio de los mercados es el de productores-consumidores y por ende poco de nuestras vidas escapa hoy a la mercantilización, hasta el punto en que ya se habla de 'capitalismo emocional' y de 'mercado de los afectos'”. La mercantilización de los vínculos, fundamentado en la conveniencia y la ausencia de riesgos describe parte del accionar social actual.
El amor como límite frente al discurso capitalista
Lacan (1972) decía que el discurso capitalista deja por fuera las cosas del amor. Ahora bien, ¿a qué se refiere con “las cosas”? Las cosas parecieran tener el estatuto de lo innombrable, de aquello que no tiene representación. Basta con indagar a un par de amantes, sobre cómo fue su proceso de enamoramiento, en todos los casos, las respuestas vacilan y se encuentran en el terreno de lo desconocido: “no sé, tiene algo que no puedo explicar”, “creería que es algo en su forma de ser, pero no puedo describirlo con certeza”. He aquí donde el discurso capitalista encuentra su punto ciego, ya que en la contingencia del encuentro de los cuerpos se encuentra el riesgo, el vértigo de la no garantía, la contradicción. El amor posee carácter de misterioso, enigmático, imposible de calcular y de someter a las leyes del mercado y de los objetos descartables. El discurso capitalista no logra normativizarlo, no todo volverlo objeto/sujeto de consumo.
La psicoanalista, escritora y miembro de la asociación mundial de psicoanálisis, Silvia Ons, formula que “el discurso capitalista rechaza el amor no solo por el aspecto romántico que hace que los enamorados se basten a sí mismos, y en esto se alejen del consumo, sino porque en el amor, el otro no es una moneda de cambio, sino que se revela insustituible”.
"Emerge entonces lo contingente y variable del amor como aquello que no puede calcularse ni medirse, algo del orden de lo inefable que deja por fuera la mercantilización de los sujetos, quitándoles así el rótulo de meros objetos de cambio. Es decir que el amor aparece como un elemento subversivo que resiste y establece un límite al intento de ser transformado en un instrumento de intercambio”, afirma Giorgetta.
En síntesis… puede que todo se mercantilice, que cada vez seamos más bienes de consumo como aquel televisor o aquella licuadora, puede que se desprestigie la humanidad y se llene de laureles nuestro nombre vuelto un número, puede que todo empeore, pero hay sitios donde ni el más extremo imperativo capitalista puede ingresar.
“Si bien hoy Cupido apunta hacia la mercantilización del amor, podría decirse que es aquí, en el amor, donde la flecha se desvía y el discurso capitalista encuentra su límite”, cierra Daniela Giorgetta, justo antes de finalizar esta redacción.





Comentarios