SEÑAS QUE HABLAN
- Ruth Magali Marino
- 25 nov
- 6 Min. de lectura
La Lengua de Señas Argentina (LSA) es mucho más que un recurso. Es identidad, cultura y derecho.
Investigaciones recientes demuestran que se trata de una lengua completa, con gramática y estructuras propias, resultado de un desarrollo histórico y cultural de la comunidad sorda. Sin embargo, en el sistema educativo argentino persisten barreras que dificultan que los niños y adolescentes sordos aprendan en su lengua natural. Entre la ciencia lingüística y el desafío de la inclusión, la LSA se abre camino como un campo de estudio y también como una demanda social urgente.
Un proyecto del Instituto de Lingüística de la Universidad de Buenos Aires estudia la gramática de la LSA desde un enfoque cognitivo prototípico y en colaboración directa con la comunidad sorda. Este carácter etnográfico resulta clave: no se trata de observar a distancia, sino de producir conocimiento con quienes utilizan la lengua en su vida cotidiana.
La investigación destaca que la LSA organiza el espacio visual para construir significados, recurre a parámetros corporales específicos (movimiento, ubicación, configuración de la mano, expresión facial) y presenta variaciones contextuales. Todo ello confirma su estatus de lengua plena, al mismo nivel que el español o cualquier otra lengua oral.
Pero la ciencia no se queda en los laboratorios ni en las aulas de investigación: llega también a las universidades, donde se abren espacios concretos de inclusión. En la Universidad Nacional de Avellaneda, por ejemplo, se impulsó la enseñanza de LSA como materia electiva, lo que permitió que tanto estudiantes oyentes como sordos compartieran un espacio de aprendizaje común. Allí, docentes e intérpretes como Natalia Rodríguez y alumnos de la primera comisión fueron protagonistas de una experiencia pionera, que no solo enseñó una lengua, sino que derribó prejuicios y generó puentes entre comunidades.
La inclusión empieza por escuchar
Natalia Rodríguez, docente e integrante del Programa de Accesibilidad Universitaria, considera que hablar sobre la Lengua de Señas Argentina (LSA) implica una gran responsabilidad. Desde su mirada, las personas oyentes deben tener especial cuidado en no apropiarse culturalmente de una lengua que pertenece a la comunidad sorda.
Según la docente, la LSA —reconocida legalmente como la lengua oficial de esta comunidad— es un patrimonio lingüístico y cultural que debe ser representado por quienes la viven y utilizan cotidianamente.
Desde su experiencia, subraya que el trabajo en la universidad se realiza de forma articulada con la comunidad sorda, buscando eliminar barreras comunicacionales, físicas e institucionales. “Apuntamos a una universidad accesible, donde las personas puedan llevar una vida independiente y no dependiente de otros”, sostiene en diálogo con Elemental Ramón.

Una de las experiencias más significativas en ese sentido es la materia Lengua de Señas y Accesibilidad, que permite que estudiantes oyentes y sordos compartan un mismo espacio de aprendizaje. Rodríguez explica que la propuesta no solo enseña una lengua, sino que también promueve el reconocimiento de una cultura y una forma distinta de percibir el mundo.
Para la docente, el desafío actual pasa por sostener políticas que garanticen intérpretes, materiales accesibles y formación continua en LSA.
Como ella misma señala, “la inclusión real no se logra solo con leyes, sino con cambios en las miradas y en las prácticas cotidianas”
Una mirada desde dentro
Gonzalo, estudiante de Periodismo en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), fue parte de la primera comisión de la materia Lengua de Señas y Accesibilidad I, una experiencia que, según cuenta, transformó su forma de ver la educación y la comunicación. Considera que el espacio que hoy ocupa la LSA dentro del ámbito académico es clave, especialmente en carreras que forman comunicadores, porque permite revisar conceptos fundamentales sobre discapacidad, lenguaje y derechos.
Para él, la materia no solo aportó herramientas académicas, sino también una nueva manera de entender la inclusión: “Es muy democratizante que exista en una currícula de grado. Ver en las cursadas intérpretes de señas es algo disruptivo y pionero: es garantizar el derecho a la educación desde el ingreso mismo a la universidad”. Sin embargo, advierte que todavía existen barreras: “La principal no es edilicia, sino humana. Faltan recursos para sostener intérpretes en las aulas y garantizar así la accesibilidad real”.

Aprender LSA también transformó su manera de pensar. “Después de cursar la materia entendí la importancia del lenguaje correcto, pero también descubrí una comunidad con identidad propia, con costumbres y orgullo. La lengua de señas no es solo comunicación, es una forma de estar en el mundo”, afirma.
Convencido del valor que tiene esta formación, plantea que todas las universidades deberían incorporar la enseñanza de LSA como parte transversal de sus carreras, más allá del área de la comunicación. Para él, se trata de una herramienta que enriquece tanto la práctica profesional como la mirada humana. “Es una materia exigente, pero profundamente transformadora”, concluye.
LSA hoy en Argentina
La Lengua de Señas Argentina (LSA) sigue expandiéndose en el ámbito académico, con varias universidades que incorporan cursos, materias electivas y carreras completas para intérpretes. Como ya vimos el caso de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) que ofrece la materia electiva Lengua de Señas y Accesibilidad, pero no es la única, la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) se destaca por su Tecnicatura en Interpretación de LSA, una formación de nivel superior que dura entre 2 y 3 años.
Otros espacios de aprendizaje incluyen el Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que ofrece cursos oficiales de LSA; la Universidad Católica de Salta (UCASAL), con cursos de corta duración; y la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ), que suman opciones regulares para estudiantes y docentes. Estas iniciativas buscan no solo enseñar la lengua, sino también formar profesionales conscientes de la inclusión y la accesibilidad, contribuyendo a derribar barreras comunicacionales y culturales.

La variedad de modalidades presencial, virtual y semipresencial y los distintos niveles de formación permiten que más personas tengan contacto con la LSA, promoviendo una sociedad más inclusiva y fortaleciendo la convivencia bilingüe dentro y fuera del aula. Con estas políticas, la LSA deja de ser solo un recurso lingüístico para convertirse en un derecho efectivo y un puente entre comunidades.
Actualmente, al menos 6 universidades ofrecen formación en LSA, ya sea mediante cursos cortos, materias electivas o tecnicaturas completas para intérpretes. Se estima que más de 1.500 estudiantes participan regularmente de estas propuestas educativas, distribuidos entre carreras de Periodismo, Comunicación, Derecho, Arquitectura y otras disciplinas. La mayoría de los programas se concentra en las regiones centro y norte del país, con UBA, UNDAV y UNCuyo como principales referentes. Aunque el crecimiento es sostenido, todavía hay un largo camino por recorrer para lograr que la LSA esté presente de manera transversal en todas las universidades y carreras.
¿Cuántas personas sordas hay en Argentina?
Según estimaciones de la Confederación Argentina de Sordos (CAS) y datos complementarios del Censo Nacional 2010, en Argentina viven aproximadamente un millón de personas sordas o hipoacúsicas, lo que representa cerca del 2 % de la población total. Si bien el Censo no releva específicamente cuántas personas utilizan la Lengua de Señas Argentina (LSA) como lengua natural, esta cifra permite dimensionar la magnitud de la comunidad usuaria de señas en todo el país.
En términos de discapacidad, el Censo 2010 indicó que la discapacidad auditiva representa alrededor del 18 % del total de las discapacidades registradas, y dentro de ese grupo, aproximadamente el 13,4 % corresponde a casos de sordera (no hipoacusia leve o moderada, sino pérdida profunda).
Este dato cuantitativo evidencia que la enseñanza, difusión y reconocimiento de la LSA no son asuntos marginales, sino una necesidad de alcance federal y de carácter urgente.

Una lengua con historia y derechos
La Lengua de Señas Argentina (LSA) fue reconocida oficialmente en 2023 mediante la Ley N.º 27.710, que la declara como una lengua natural, viso-gestual y patrimonio cultural de la comunidad sorda. Este reconocimiento no fue un gesto simbólico: representó la reparación de una deuda histórica con miles de personas sordas que durante décadas fueron educadas bajo métodos oralistas, obligadas a leer los labios o a imitar sonidos para “integrarse” al mundo oyente.
La sanción de la ley fue el resultado de años de militancia colectiva. Asociaciones como la Confederación Argentina de Sordos (CAS), universidades públicas, docentes, intérpretes y familiares se unieron en un reclamo común: que el Estado reconociera la lengua de la comunidad sorda como una lengua en sí misma, con su propia gramática, estructura y cultura.
El texto legal establece además que la LSA es patrimonio lingüístico y cultural de la comunidad sorda, y garantiza su enseñanza, promoción y difusión en todo el territorio nacional. También impulsa la formación de intérpretes y la creación de espacios educativos bilingües, donde tanto la lengua de señas como el español escrito convivan en igualdad de condiciones.
El cambio no es solo semántico: es político y cultural. Significa reconocer que la inclusión no pasa por “adaptar” a las personas sordas, sino por transformar las instituciones para que todos puedan participar en igualdad de condiciones.





Muy interesante!
Muy buena nota!!!