CUERPOS IMPOSIBLES
- Agustina Yedro

- 25 nov
- 4 Min. de lectura
La obsesión por el músculo y el uso de anabólicos impulsan el crecimiento del trastorno dismórfico.

En cada gimnasio hay, al menos uno. El que llega con su vaso de pre-entreno, con su cinturón de fuerza, sus guantes y su toalla, listo para comenzar su entrenamiento. El que nunca se salta un día de entrenamiento, lo ves entrenar y pensás: “que disciplina tiene”. Pero si lo observas más detenidamente, quizás notes otra cosa: ansiedad, rigidez, incluso culpa. Si el espejo no muestra la imagen esperada, prolonga el tiempo en el gimnasio. Si se pierde un día de ejercicio, siente que retrocede meses. No lo sabe, o quizás sí, pero esa “disciplina” puede transformarse en algo más profundo y peligroso: la dismorfia muscular, un trastorno que distorsiona por completo la autopercepción corporal.
La dismorfia muscular (DM) se define como un trastorno que se caracteriza por una preocupación excesiva a la idea de NO tener un cuerpo lo suficientemente musculoso. A diferencia de los trastornos históricamente asociados a las mujeres, en relación al temor a la gordura, en la DM el foco es la percepción imaginaria de ser débil y tener una contextura física pequeña, incluso cuando el cuerpo ya es objetivamente musculoso y fibroso.
La licenciada en Psicología, Dalila Belén Rinaldi, estudió la DM en hombres que asisten a gimnasios de Zona Sur, Argentina, donde examinó con determinación la severidad de esta distorsión imaginaria. Rinaldi sostiene que “no hay una noción de cómo es el cuerpo; el cuerpo, tanto en espejo, en fotos o en ropa, se suele ver deformado y nunca tienen noción de cuál es el espacio que ocupan, cómo es que se ven. Por más que tengan una foto, o un video, o lo que fuese, afecta mucho la distorsión de la imagen”. En esencia, el espejo no refleja la realidad, sino una versión inalcanzable.
LA TRAMPA DE LA OBSESIVIDAD Y LA PÉRDIDA FUNCIONAL
La Dismorfia Muscular es clasificada como una de las tantas ramas dentro del Trastorno Dismófico Corporal (TDC). Sus síntomas están profundamente relacionados con rasgos de naturaleza obsesivo-compulsiva, lo que provoca un deterioro en la vida diaria y en las relaciones interpersonales. La mentalidad de quien padece este trastorno se traduce en un pensamiento muy cruel y autoexigente que no tolera el error, que puede verse en la rigidez de la conducta:
CUANDO EL MÚSCULO SE VUELVE ADICCIÓN
La obsesión por el aumento desmedido de la masa muscular, impulsa a una de las conductas más peligrosas asociadas a la DM: el uso de anabólicos y drogas ilegales, a pesar de ser conscientes de los efectos secundarios que perjudican severamente la salud.
Un estudio realizado en Argentina por la Psicóloga Guillermina Rutsztein y colaboradores, reveló que los levantadores de pesas y fisicoculturistas deseaban estar más musculoso, por lo que en consecuencia, la mitad de ellos habían consumido anabólicos o drogas ilegales con ese fin.
Entre las sustancias utilizadas, prácticamente en su totalidad de casos, son conseguidas de forma ilegal y clandestina, se encuentran esteroides, hormonas de crecimiento, testosterona y sustancia de uso veterinario como Clenbuteral y Equipoise. La problemática se agrava cuando se consumen en exceso, sin supervisión profesional de la unidad de dosis.
Según las investigaciones plasmadas en el artículo “Dismorfia muscular, rasgos obsesivo-compulsivos y uso de esteroides anabólicos’’, sostiene que el uso de anabólicos es más frecuente en individuos con DM y rasgos obsesivos-compulsivos, lo que sugiere un círculo de refuerzo donde “la obsesión por el cuerpo impulsa a usar esteroides, lo que a su vez aumenta la compulsión”.
La psicóloga subraya el riesgo físico de esta compulsión, debido a que la investigadora advirtió que “cuando se toma anabólicos, la fuerza sube, pero los ligamentos de la rodilla y los tendones no están lo suficientemente reforzados", por lo que en consecuencia enfatizó que “el cuerpo se rompe”.
La DM, aunque sea más propensa en varones, representa una problemática creciente que ya no puede confundirse con la simple “preocupación sana” por el aspecto físico. Este trastorno es relativamente reciente dentro del ámbito de investigación, debido a la importante observación en conductas que llevan al límite las vidas de aquellas personas preocupadas por la musculación.
CLAVES PARA LA PREVENCIÓN
La DM es un trastorno que usualmente se camufla bajo la etiqueta de la “disciplina”, dentro de una sociedad que se festeja el molde de la persona que entrena y come sano, sin ver que detrás puede haber una psicopatología.
El conflicto inicia en un contexto social que no prioriza la salud mental. La licenciada señala que “hay muy poca regulación o casi nada en los gimnasios, donde cualquiera puede entrenar a otro”. Esto sumando el libre acceso a drogas ilegales y a discursos en redes sociales que promueven la obsesión con el lema “no faltes, no hay excusas”, genera un caldo de cultivo perfecto, especialmente en jóvenes vulnerables.
Para prevenir el desarrollo de la dismorfia muscular, la Lic. Rinaldi enfatiza la necesidad de regulación e información comprobable:

Si un familiar o amigo sospecha la presencia del trastorno, es importante una intervención sutil y no juzgar, ya que el individuo ya se está juzgando constantemente. Es crucial blanquear la preocupación y ofrecer ayuda, sabiendo que la persona necesita apoyo especializado.
En cuanto al tratamiento, la investigadora asume que al estar relacionado con la yigorexia, es decir, con toda la parte alimenticia, se enmarca dentro de los Trastornos de la Conducta Alimenticia (TCA) y se aborda con Terapia Cognitivo Conductual, debido a que es la que más evidencia científica tuvo de su eficacia.
En el intento de forjar el cuerpo perfecto, muchos terminan fundidos por dentro. Al final, ningún espejo devuelve la verdad completa. Cuidarse no debería doler, y entrenar no debería romper. Quizás, el verdadero desafío no sea construir un cuerpo más fuerte, sino reconciliarse con el que ya tenemos.





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