LA EQUIDAD DE GÉNERO SIGUE PENDIENTE EN EL PERIODISMO DEPORTIVO
- Iara Silvera 
- 23 jul
- 4 Min. de lectura
Las periodistas deportivas desarrollan su labor en un campo tradicionalmente masculinizado donde persisten formas de discriminación e invisibilización.
Una de las expresiones más evidentes de esta desigualdad es la baja representación de mujeres en los medios deportivos. Según datos relevados por el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión del ENACOM, apenas el 10% de periodistas que trabajan en señales deportivas son mujeres.
Esta baja representación no responde a una falta de vocación o formación, sino a las barreras que impone un campo que, como definen la Magíster en Periodismo y Medios de Comunicación Patricia Pujol (UNLP, Argentina), y la Magíster en Antropología Social Nemesia Hijós (IDES/EIDAES-UNSAM), continúa siendo "masculino por antonomasia, imbuido de valores machistas en la sociedad patriarcal, que ha contribuido a la minusvaloración de las prácticas deportivas femeninas y su invisibilización”.
Según el experto en las áreas de Comunicación Deportiva Iván Nahuel Faedo de la Universidad Central de Cataluña, en diálogo con este medio, “las barreras son múltiples y se entrecruzan”. “Desde discriminación sutil hasta situaciones de acoso, muchas mujeres se enfrentan a un entorno laboral hostil o poco inclusivo. Además, persisten los prejuicios sobre su conocimiento técnico, lo que obliga a estar constantemente justificando su presencia”, explica.
Esta última observación sobre su saber especializado y cómo se les impone la carga de validar su lugar una y otra vez, coincide con el artículo de la licenciada en Ciencias Antropológicas que sostiene: “El ambiente laboral suele reproducir el modelo de producción de las sociedades actuales, marcado por su carácter patriarcal-capitalista, lo que provoca que las periodistas deportivas estén sujetas a más exigencias y presiones muy directas, de múltiples tipos, que contribuyen a precarizar sus condiciones de trabajo y resultan difícilmente soportables”.
No solo hay una distribución desigual en términos numéricos, también hay una marcada diferencia en las oportunidades. Las mujeres acceden con mayor dificultad a coberturas relevantes, eventos de prestigio o deportes históricamente dominados por hombres.
Sin embargo, en los últimos años comenzaron a visibilizarse avances simbólicos. Un ejemplo significativo fue la cobertura del Mundial de Catar 2022, donde por primera vez más de quince periodistas argentinas participaron cubriendo, marcando una diferencia clara respecto de generaciones anteriores, en las que la participación femenina en estos eventos era casi inexistente.

La idea se articula con el trabajo de Pujol e Hijós quien expone que “si bien en la actualidad podemos hablar de una gran conquista en el campo, los inicios del periodismo deportivo estuvieron protagonizados por varones y la presencia femenina fue muy tardía.

La tradición todavía se refleja en los roles de poder ya que pocas mujeres acceden a cargos jerárquicos o de toma de decisiones dentro de las redacciones deportivas. El fenómeno obedece a un "techo de cristal". Según el doctor en Comunicación, “el techo de cristal impide que, aun con años de experiencia y formación, las mujeres accedan a cargos jerárquicos reproduciéndose lógicas de poder tradicionales, con redes de decisión muy masculinas que deja a muchas mujeres en roles secundarios o de exposición, pero sin capacidad real de decisión editorial o institucional”.
Los medios digitales desempeñaron un rol clave comparado con generaciones anteriores. Plataformas como redes sociales, YouTube, Twitch, sitios web especializados y canales de streaming permitieron que muchas periodistas construyeran sus propias audiencias y generaran una forma de difundir su trabajo sin depender de los grandes medios tradicionales.
El Doctor en Traducción, Género y Estudios Culturales, Nahuel Fado, indicó que "estos espacios han sido una vía alternativa que han permitido construir audiencias propias, mostrar su trabajo y generar comunidad. Pero también hay una exposición mayor a la violencia digital, que es una forma actualizada de las resistencias que enfrentaban generaciones anteriores. Según las autoras, “varias comunicadoras tienen que cerrar sus cuentas por ataques en las redes sociales, persecuciones y cuestionamientos sobre su labor”.
Otra barrera persistente es la presión estética. Para muchas periodistas, especialmente en televisión, el aspecto físico se convierte en un factor de contratación o permanencia como la exigencia de cumplir con ciertas cualidades de belleza para aparecer en cámara, o la expectativa de un determinado modo de hablar y vestirse.
Faedo lo atribuye a “una herencia de la mirada sexista que predomina en los medios audiovisuales, donde se valora más la apariencia que la capacidad profesional en el caso de las mujeres y no afecta del mismo modo a los varones”. Según el investigador, la deslegitimación de su rol o la invisibilización de perfiles que no encajan en esos moldes, son algunas de las consecuencias.

La forma en que los medios representan a las periodistas deportivas también tiene un efecto directo en la percepción del público. Durante años, se ha tendido a mostrar a las mujeres como figuras decorativas o a enfocarse más en su físico que en su desempeño profesional.
Pujol sostiene que a las mujeres se las ha invisibilizado en medios gráficos, televisivos y radiales, y que esa omisión ha sostenido históricamente relaciones jerárquicas de género. Su colega, Nemesia Hijós agrega que “a las mujeres en la prensa deportiva se las ha representado como un objeto a ser observado y pasivo”Más allá del ejercicio profesional, la sociedad minimiza la relación entre las mujeres y el fútbol. A su vez también lo usan como objeto de sospecha o burla. En este sentido, el fanatismo femenino ha sido estigmatizado de forma particular por la cultura futbolera dominante.
Según el trabajo de las expertas en Comunicación, Género y Deporte, “el fanatismo de las mujeres es rechazado como “falso e inauténtico” en un doble sentido. “Por un lado, se acusa a la mujer-hincha de carecer de un compromiso real con el fútbol, entendiendo su pasión como una simulación del fanatismo masculino. Y por el otro, cuando el fanatismo de una mujer es visualizado como genuino, lo que se cuestiona es su afectación. Es decir, su femineidad, acusándola de ser una mari-macho, una machona”, precisan las investigadoras.
La educación formal es un aspecto crucial en este escenario de transformación. La manera en que se forman las nuevas generaciones puede marcar una diferencia crucial. “La formación académica tiene un rol clave, tanto para brindar herramientas técnicas como para incorporar una mirada crítica sobre el género y la representación en el deporte.
Sin embargo, no todas las universidades abordan el periodismo deportivo con esta perspectiva. Cuando sí lo hacen, se genera un espacio importante para empoderar a nuevas generaciones, visibilizar referentes y proponer prácticas más equitativas”, afirma Faedo.
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