ALIMENTOS FUNCIONALES:¿INNOVACIÓN NUTRICIONAL O ESTRATEGIA DE MARKETING?
- Celeste Ramirez
- 19 nov 2024
- 4 Min. de lectura
En un mercado saturado de promesas de salud, los alimentos funcionales se presentan como la vanguardia de la nutrición. Pero ¿son realmente avances tecnológicos en la ciencia alimentaria o ingeniosos trucos publicitarios?
Los alimentos funcionales son aquellos que, además de aportar nutrientes básicos, proporcionan beneficios adicionales para la salud. Estos alimentos contienen compuestos bioactivos, como fitoesteroles, antioxidantes, probióticos, omega-3, entre otros.
Dichos alimentos, generan un debate intenso en la comunidad científica. Mientras algunos expertos los promueven como una herramienta clave para mejorar la calidad de vida, otros cuestionan su verdadero impacto y su papel en profundizar las desigualdades sociales.
Según una publicación de el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) estos novedosos alimentos ofrecen beneficios para la salud al reducir el riesgo de enfermedades y al mejorar la calidad de vida sin ser medicamentos.
Con una postura positiva, el estudio resalta el uso de la tecnología y la investigación científica al momento de crear estos productos y cómo instituciones como el INTA apoyan a las Pymes para innovar y generar valor agregado en el sector alimentario.
En el artículo se discuten estrategias tecnológicas para mejorar la biodisponibilidad de compuestos bioactivos, como en el caso de productos lácteos enriquecidos con probióticos, tocoferoles y fitoesteroles.

Sergio Rizzo y Luciana Rossetti, ambos investigadores en alimentos del INTA aclaran que "cuando uno habla de alimentos funcionales, está hablando de un alimento que tiene un compuesto bioactivo en concentraciones adecuadas para poder llevar adelante una función objetivo".
Como ejemplo, los doctores desarrollaron el Queso Por Salut Light LACNAT+, un producto funcional enriquecido con fitoesteroles y tocoferoles. Estos compuestos ayudan a reducir el colesterol LDL y aportan vitamina E, ofreciendo beneficios adicionales para la salud cardiovascular.

Este queso funcional es el resultado de la alianza entre el INTA y la PyME Lácteos Capilla del Señor S.A.. Gracias a esta colaboración, se logró un producto innovador que combina tecnología alimentaria y beneficios para la salud, aportando valor tanto al mercado como al bienestar del consumidor.
"La colaboración nos llenó de alegría, la PyME siempre creyó en el desarrollo del producto y hoy en día seguimos trabajando con ellos, apostando a la innovación, para mejorar los alimentos", aseguran.
En términos de impacto en la salud pública, los investigadores consideran que "el consumo de 2,2 gramos de fitoesteroles por día, en un marco de estilo de vida saludable y una dieta equilibrada, ayudan a reducir entre un 7% y un 10% los niveles de colesterol".
Aseguran que los alimentos funcionales están en "pleno desarrollo" y que "el consumidor está muy interesado por los nuevos alimentos". Visualizan el futuro de estos productos en un mercado más amplio.
Dime de dónde vienes y te diré si los comes
Por otro lado, un artículo de Patricia Aguirre, antropóloga especialista en Alimentación, explora el consumo de los alimentos funcionales en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

El estudio se enfoca en las representaciones sociales del cuerpo, los alimentos y la comensalidad en diferentes sectores económicos y muestra como estas ideas influyen en la inclusión de ciertos productos en las canastas de consumo.
Explica que los alimentos funcionales, promovidos como el pináculo de la nutrición científica, reducen al cuerpo humano a una mera biología. El estudio critica cómo el marketing agresivo crea una demanda artificial, enfocada en clases altas, sin considerar las verdaderas necesidades o posibilidades económicas de los sectores más vulnerables.
Según Aguirre, "el cuerpo fuerte de los más pobres se refleja en los alimentos 'rendidores', organizados en un tipo de comensalidad 'colectiva'. En cambio, los funcionales prometen actuar como medicamentos, sin dietas, sin ejercicio, solo comiendo algo parecido a lo habitual". Esto genera desigualdades, ya que no son accesibles para quienes más los necesitan.
Como señala Aguirre, "los alimentos funcionales aparecen destinados a los sectores de mayor poder adquisitivo, que buscan cuerpos sanos, sin fijarse en el precio". Aunque su consumo se ha extendido a otros sectores, el precio sigue siendo un factor excluyente.
Por otro lado, la medicalización transforma la percepción de los alimentos, los reduce a su funcionalidad biológica. La antropóloga critica esta visión porque "reduce a parámetros metabólicos la multiplicidad de funciones y usos sociales de los alimentos".
Es decir que el concepto de una dieta “saludable” está cada vez más ligado a una noción de control biológico, sin tomar en cuenta los factores sociales, culturales y económicos.
La experta menciona que uno de los principales desafíos que enfrentan los alimentos funcionales es la falta de una definición clara y un marco regulatorio estricto. Afirma que en Argentina “"la regulación fue tardía y se centró en las alegaciones de salud más que en los alimentos en sí".
Esto permitió que por muchos años los alimentos se comercialicen sin la suficiente supervisión, con la argumentación de que ya tenían el aval de otros países. Las empresas se aprovechan de esta ambigüedad para hacer promesas exageradas o poco claras sobre los beneficios para la salud.
En su artículo, la investigadora señala que los alimentos funcionales suelen ser probados en poblaciones de bajos ingresos, pero vendidos a sectores más ricos. Esta práctica plantea serios dilemas éticos.
"Los estudios clínicos sobre los productos funcionales suelen reclutar a poblaciones de ingresos bajos, debido a la necesidad de dinero o la falta de opciones", comenta.
Sin embargo, estos productos son comercializados a sectores de mayores ingresos, lo que genera una disparidad en los riesgos y beneficios. La falta de equidad en las pruebas y el acceso plantea preguntas sobre la justicia y la distribución de los riesgos y beneficios asociados con estos alimentos.
Si bien los productos funcionales prometen revolucionar nuestra forma de alimentarnos, la cuestión ética que subyace a su desarrollo y distribución sigue siendo crítica.
Mientras Patricia Aguirre critica que los alimentos funcionales refuerzan las desigualdades sociales y la medicalización de la alimentación, Sergio Rizzo y Luciana Rossetti los promueven como una solución innovadora para mejorar la salud.
¿Cómo podemos reconciliar estas dos visiones tan contrastantes: son los alimentos funcionales una herramienta clave para la salud pública o una estrategia más del mercado que profundiza las diferencias sociales?

Fuentes:
“Alimentos funcionales entre las nuevas y viejas corporalidades" - https://drive.google.com/file/d/1FoiPkKDVatKTMA0aVG0X4o4t_1BAd8tR/view?usp=drivesdk
“Alimentos funcionales: tecnología que hace la diferencia” - https://drive.google.com/file/d/1FteURLXJ8tniQRh0AuGVhBVfLAkcH5K2/view?usp=drivesdk
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