EL PARTIDO INVISIBLE PARA DEPORTISTAS MUJERES
- Abril Fontales Otero
- 19 nov 2024
- 5 Min. de lectura
Ellas no solo luchan por la victoria en las canchas, pistas o gimnasios, también deben enfrentarse a desafíos invisibles que van más allá del deporte. La presión por alcanzar el máximo rendimiento se combina con el estrés y una carga emocional que suele pasar desapercibida.
Simone Biles aterriza con precisión en su último movimiento. El estadio en París 2024 no para de aplaudirla. Pero atrás de este momento perfecto, hay una batalla silenciosa librándose en su mente. Biles había enfrentado no solo los twisties, esa desconexión entre mente y cuerpo, sino algo más profundo: la presión invisible que viven muchas deportistas.
Durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la gimnasta decidió retirarse de la competencia para priorizar su salud mental. En una cultura que celebra el éxito deportivo a toda costa, su decisión fue un golpe directo al mito del éxito: esa creencia errónea de que, con esfuerzo y sacrificio individual, todo es posible. ¿Qué pasa cuando el precio de la victoria es la estabilidad emocional?
Según el Ministerio de Turismo y Deportes, en 2023 el 51,8 % de las mujeres argentinas entre 16 y 29 años menciona el cansancio y estrés como motivo de abandono del deporte. Pero también, el 83,6 % de las mujeres empiezan a entrenar para mejorar su bienestar mental.

“El hecho de que sean atletas las pone en un lugar protagónico que siempre estuvo captado por los varones” reconoce Débora Majul, licenciada en Psicología, becaria doctoral de Conicet, y autora de los artículos Soy más que mis medallas e Ir al frente, poner el cuerpo, tener aguante.
Hablar sobre salud mental
La presión de los medios y las redes sociales empeora problemas y padecimientos como la ansiedad y la depresión, lo que afecta el rendimiento de las deportistas. Pero cada vez más atletas deciden hablar sobre la importancia de cuidarla. Esto ayuda a crear una cultura deportiva más inclusiva, donde se valora el bienestar emocional además del físico.
En el marco del Día de la Salud Mental en Argentina, se conoció un informe internacional hecho por Voices! y WIN International en el cual posiciona a nuestro país como el segundo con peor bienestar psicológico. Un 59% de las mujeres evaluó negativamente su nivel de estrés, en comparación con el 48% de los hombres.
El artículo Soy más que mis medallas habla del deporte y la salud mental de los deportistas de alto rendimiento. Utiliza el caso puntual de Simone Biles, la gimnasta y medallista olímpica estadounidense. Abre un debate sobre la reducción de los atletas únicamente a sus logros y la exigencia constante de rendimiento.
La licenciada Majul sentencia que “ningún deportista se hace a sí mismx solx, de una u otra manera requirió que haya condiciones dadas y personas que acompañen o habiliten su práctica” y añade que el discurso del éxito y la meritocracia deja a los deportistas “despojados de lo social como red de contención para abordar las problemáticas de salud mental y las presiones”.
“Creo que ella (Simone Biles) no ha sido la primera en hablar del tema, pero sí de tocarlo de manera detallada y con una llegada masiva a todos los públicos. Pudo haber sentado las bases para que otras personas se hagan eco”, apoya la especialista. Este mensaje puede ser el inicio para un cambio cultural más empático de los desafíos mentales.
La autora resalta la idea de que los hombres son vistos como el "modelo de lo humano" y agrega que “tienen mayoría en los medios de comunicación y legitimidad social para hablar tanto como para practicar deportes”. Subraya así la desigualdad de género en el ámbito mediático y deportivo.
Al preguntar sobre las presiones mediáticas y sociales, la becaria revela que estas “afectan de manera diferente a las mujeres (cis y trans) en el deporte y suelen ser más intensas” y advierte que “se cuestiona su capacidad y su compromiso, y en la mayoría de los casos son hostigadas en redes sociales”.
Lo que no se ve
El "partido invisible" que juegan las deportistas mujeres no es solo una metáfora. Los logros masculinos en el deporte siguen dominando el mundo en general y a los medios en particular. Las mujeres suelen ser menospreciadas. Se enfrentan a la falta de visibilidad, menos recursos y salarios más bajos. Todo esto afecta su estabilidad emocional, además del rendimiento.
La desigualdad de género en el deporte no es solo cuestión de números, sino de reconocimiento y respeto por parte de los espectadores y de los medios de comunicación masiva, como lo son las redes sociales.
A pesar de algunos avances en los últimos años, el camino hacia la equidad en el deporte es un trabajo pesado para las mujeres. La falta de visibilidad limita el reconocimiento de sus logros y perpetúa una cultura en la que sus esfuerzos son vistos como secundarios. Así, se crea un círculo vicioso en el que la escasez de inversión y apoyo mediático influyen negativamente en su desarrollo.
El mito del éxito
El mito del éxito es la idea de que si trabajas muy duro, siempre vas a triunfar. Es como si hubiera una fórmula mágica, pero, aunque en la teoría suena bien, en la práctica es más complicada. Deben tenerse en cuenta otros factores como la suerte, las condiciones personales y el entorno.
Las deportistas como Simone Biles enfrentan presiones constantes para rendir al máximo, cumplir con las expectativas del público, de los medios, de los entrenadores y de ellas mismas. Pero también deben lidiar con estereotipos de género, discriminación y la desigualdad en el acceso a recursos.
El camino hacia el éxito para las mujeres implica más que solo esfuerzo físico. También conlleva un alto costo emocional. La presión de cumplir expectativas en un entorno con mayores obstáculos que los hombres convierte el deporte en algo desigual.
Esta batalla va más allá de la competición. Lidian con el estrés, la ansiedad y la depresión, que por lo general no son percibidos por el público. Enfrentan una prueba constante, donde cualquier señal de vulnerabilidad puede ser vista como debilidad. Pero ¿es justo pedirles que sacrifiquen su salud mental por un trofeo?
Fútbol femenino
En los últimos años, el fútbol femenino estuvo ganando visibilidad en todo el mundo. Pero este progreso no fue suficiente para terminar con los problemas que siguen persistiendo. Las futbolistas siguen enfrentando agresiones innecesarias.

El artículo Ir al frente, poner el cuerpo, tener aguante pone el foco en futbolistas argentinas. A pesar de su reconocimiento, sigue el acoso hacia las jugadoras, como el caso de Yamila Rodríguez, quien recibió agresiones por un tatuaje de Cristiano Ronaldo.
La psicóloga considera que los efectos provocados por estas ofensas machistas incluyen “trastornos de sueño, malestares singulares que socavan la subjetividad y deterioran el sentido de lo que significa hacer ese deporte” y señala que es clave tener un grupo de apoyo “donde la deportista encuentre resonancias sobre sus malestares”.
“Poner el cuerpo es un requisito que no está exento de cansancio y desgaste y que requiere ciertos equilibrios con el resto de la vida para que no consuma toda la energía disponible. En las luchas se produce una sinergia, producto de la colectivización de las injusticias, que deja en segundo plano los malestares”, aclara la catedrática.
En relación con la sororidad y el acompañamiento entre mujeres, la investigadora concluye que “los espacios de mujeres, feministas y organizativos pueden ser reparadores e impulsores para las jugadoras” pero también que “todos los espacios colectivos están atravesados por tensiones y contradicciones que son importantes de habitar”.
Para la experta en salud mental, es fundamental implementar cambios en los sistemas de apoyo psicológicos como capacitaciones en género y deporte. Es necesario evitar apoyos y análisis simplistas que se limiten a una visión del deporte centrada únicamente en el rendimiento.
El deporte tiene un papel crucial en el bienestar mental de las mujeres, pero también demuestra los desafíos que enfrentan para sostener su participación. El cansancio y el estrés se debe combatir con un enfoque integral que tenga en cuenta el bienestar emocional y los factores de género.

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