ENTRENAR LA MENTE
- Danilo Marino
- 25 nov
- 6 Min. de lectura
El triunfo deportivo parece medirse en títulos, récords y aplausos, pero cada vez más entrenadores y especialistas coinciden en que la verdadera fortaleza de los atletas de primer nivel no solo se entrena en el gimnasio o en la pista, sino también en la mente.

El caso de Carlos Alcaraz, campeón más joven de Wimbledon desde 1986, y actualmente número 1 del ranking mundial, es un ejemplo de cómo el trabajo psicológico y la gestión emocional se volvieron pilares de su rendimiento. El tenista español, de apenas 22 años, suele mencionar a su equipo de psicología como parte fundamental de su desarrollo. "Trabajo mi cabeza tanto como mi físico, porque si no estás bien mentalmente, el cuerpo no responde”, declaró tras alcanzar el top 10 con 18 años en 2022. Su madurez competitiva, su capacidad para disfrutar del juego y mantener la calma en los momentos críticos son fruto de un entrenamiento que va más allá del talento técnico.

Algo similar ocurrió con Simone Biles, la gimnasta estadounidense que revolucionó su disciplina. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2021, Biles decidió priorizar su salud mental y retirarse de varias pruebas, una decisión que generó debate, pero también abrió un cambio cultural. La múltiple campeona explicó que sufría bloqueos mentales conocidos como “twisties”, una pérdida de conexión entre mente y cuerpo que puede poner en riesgo la vida de una gimnasta. Su valentía al hablar públicamente sobre el tema ayudó a visibilizar que incluso los atletas más exitosos enfrentan presiones psicológicas enormes y que el cuidado emocional es tan esencial como la preparación física.

La presión mediática también puede marcar la diferencia entre el éxito y el retiro prematuro. Un ejemplo es el de la nadadora argentina Delfina Pignatello, quien decidió retirarse a los 22 años. La exposición constante, las expectativas de resultados y la exigencia interna impactaron negativamente en su salud mental. En sus propias palabras: “Durante los Juegos de la Juventud 2018 me pusieron una mochila que me mataba, ni yo ni nadie la tiene que estar cargando porque nadie te ve en el día a día, solo mira un resultado”. Este testimonio refleja cómo incluso atletas jóvenes, con un futuro enorme dentro de la disciplina, con objetivos por alcanzar y una realidad con la que soñaron a lo largo de varios años, pueden verse obligados a alejarse de la competencia cuando la presión supera los límites de su equilibrio psicológico.
Según la Doctora en Psicología, investigadora del CONICET y coordinadora de la Sociedad Iberoamericana de Psicología del Deporte, María Julia Raimundi, “el entrenamiento físico y psicológico son igualmente importantes. La mente permite que el cuerpo rinda al máximo, y trabajar ambos aspectos de manera integrada es clave, sobre todo en jóvenes deportistas de élite".
"Durante los próximos 20 a 30 años se avanzará hacia modelos interdisciplinarios donde psicólogos del deporte, entrenadores y cuerpos médicos trabajen juntos desde edades tempranas para garantizar el desarrollo de habilidades emocionales de manera conjunta y sistemática con el trabajo técnico y físico”, remarca la investigadora.
Su vasta experiencia trabajando con selecciones juveniles de voleibol, básquet, handball y gimnasia artística, así como con deportistas profesionales y amateurs de diversas disciplinas, le permite afirmar que la preparación psicológica no es un complemento, sino un pilar central del desarrollo deportivo integral.
Estos casos, en apariencia opuestos, es decir, el control emocional que sostiene el éxito y el colapso que exige una pausa, comparten un punto en común: la necesidad de trabajar la salud mental en el deporte de alto rendimiento.
A medida que las exigencias competitivas aumentan, la presión mediática y las redes sociales intensifican la exposición, y los jóvenes deportistas cargan con expectativas que muchas veces superan su capacidad emocional para gestionarlas. Es ahí donde entra en juego un concepto clave que transformó la forma de entender el rendimiento humano: la inteligencia emocional.
Inteligencia emocional
El término fue introducido a comienzos de la década de 1990 por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, quienes lo definieron como la habilidad para reconocer, comprender y manejar las propias emociones y las de los demás. Años más tarde, en 1995, el periodista y psicólogo Daniel Goleman popularizó la noción en su libro Emotional Intelligence, al sostener que el éxito personal y profesional depende más de la inteligencia emocional que del coeficiente intelectual.
En el deporte, esta capacidad se traduce en la gestión del estrés de cara a la competencia, la empatía con el equipo, la motivación interna y la resiliencia frente al error. Sin inteligencia emocional, el talento puede naufragar ante la presión; con ella, se convierte en una herramienta de equilibrio y crecimiento, donde trabajar y alcanzar metas se torna más sencillo.
La licenciada en Psicología Martina Fustel da Rosa, egresada de la Universidad de la República (Uruguay), en su trabajo Influencia del alto rendimiento sobre la salud mental de deportistas adolescentes, advierte que los jóvenes de alto nivel “se enfrentan a exigencias constantes de éxito, que impactan directamente en su autoconcepto y estabilidad emocional”. Su investigación destaca que la etapa adolescente y los primeros años de adultez son momentos críticos para construir una identidad más allá del resultado deportivo.
Según Fustel da Rosa, el acompañamiento psicológico ayuda a prevenir trastornos de ansiedad, depresión y estrés crónico, y permite “dotar al atleta de herramientas emocionales que lo fortalezcan frente a la frustración y el fracaso”.
En esa misma línea, una revisión sistemática publicada en 2023 en Cuadernos de Psicología del Deporte demuestra cómo la práctica deportiva regular potencia la inteligencia emocional, pero solo cuando está acompañada de intervenciones conscientes orientadas al desarrollo personal. “El entrenamiento psicológico debe ser parte del proceso formativo del deportista”, concluye el informe, subrayando que la autorregulación emocional influye directamente en la toma de decisiones bajo presión y en la gestión de la frustración competitiva. Sin embargo, no todos logran atravesar con éxito ese proceso.

El fútbol argentino todavía recuerda la historia trágica de Mirko Sáric, jugador de San Lorenzo de Almagro, quien se quitó la vida en el año 2000, a los 21 años. Detrás de una carrera prometedora, Sáric enfrentaba una depresión silenciosa que no encontró contención en un entorno donde hablar de salud mental era un tabú. Su caso marcó un antes y un después en el abordaje psicológico dentro del fútbol argentino y reveló la necesidad urgente de derribar prejuicios.
Otro ejemplo emblemático es el de Venus y Serena Williams, quienes alcanzaron la cima del tenis mundial, pero crecieron bajo la estricta dirección de su padre, Richard Williams.
Su relación estuvo marcada por tensiones y conflictos familiares que, con el tiempo, afectaron el bienestar emocional de las hermanas. La exposición mediática y las expectativas paternas fueron tan intensas que ambas debieron trabajar con especialistas para separar su identidad personal del personaje competitivo que el mundo había construido sobre ellas. El estrellato les había llegado, pero con el costoso precio de dejar atrás una relación tan importante como la de un padre, un punto de inflexión para forjar un carácter de cara a la alta competencia y lograr una estabilidad emocional con dedicación y extenso trabajo.
Según un estudio del comité olímpico internacional, el 45% de los deportistas masculinos que se desempeñan en deportes de equipo padecen ansiedad y depresión, a su vez, 3 de cada 10 atletas profesionales sufren algún problema que condiciona su salud mental, y un 25% de los atletas universitarios presentan depresión y desordenes alimenticios. En Argentina, una encuesta realizada por Argentina Dorada reveló que 4 de cada 10 deportistas profesionales sufren de depresión, números inquietantes que ejemplifican la importancia del constante trabajo mental que deben abordar los deportistas de elite.
La psicóloga argentina María Sáenz Cavia realizó un estudio en el que analiza el rol del psicólogo y la importancia de integrar la figura del profesional de la salud mental dentro del staff técnico.
Según Sáenz Cavia, “el psicólogo no solo interviene cuando hay crisis, sino que actúa de manera preventiva, fomentando habilidades emocionales y de comunicación que impactan en el rendimiento y la cohesión grupal”. Este enfoque interdisciplinario permite que el joven atleta construya un equilibrio entre el alto rendimiento y su desarrollo como persona.
La evidencia es clara: el futuro del deporte de élite no se definirá solo por la velocidad, el talento o la fuerza, sino por la capacidad emocional de sostener el éxito sin quebrarse en el intento. Los casos de Alcaraz, Biles y Pignatello muestran que cuidar la mente no es un signo de debilidad, sino una muestra de madurez. Los de Sáric y las hermanas Williams recuerdan el costo de ignorarla.
En un mundo donde cada error se multiplica en segundos y cada victoria se convierte en tendencia, los jóvenes deportistas necesitan aprender a entrenar no solo su cuerpo, sino también su inteligencia emocional. Como muestran las investigaciones y miles de casos a lo largo de la historia, un atleta joven no alcanza el éxito cuando nunca fracasa, sino cuando logra articular su mente, sus capacidades físicas y su talento de cara a las frustraciones que presenta el deporte y la vida misma.
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